algo interesante
Educación Social
Margarita Campillo Díaz (Universidad de Murcia)
José García Molina (Universidad de Castilla la Mancha)
1. La reconstrucción del campo
La irrenunciable tarea de llevar a cabo una historia de las profesiones es
una meta ambiciosa y a largo plazo, sujeta a contextos espaciales y
metodologías imposibles de recrear en loslímites de estas páginas. No
obstante, creemos necesario explicitar algunos de los contextos que
creemos tienen la virtud de explorar el camino empírico de
reconstrucción de la profesionalización de cualquier profesión que
pretenda abordarse. Una vez abordadas las formas en que la matriz
disciplinar colabora en el desarrollo de la profesionalización de las
profesiones, otra variable fundamental enel estudio de la profesión es el
conocimiento de la emergencia y desarrollo de la práctica profesional, de
los idearios que se han consolidado en la definición del concepto y el
objeto de la profesión, de las estrategias que han seguido los colectivos en
lo referente a sus posibilidades de representación ante otras entidades y
organismos, de la sistematización de su formación, su acreditacióny los
intentos de legitimación para hacerse con la jurisdicción de un territorio
ocupacional. Es el caso, por ejemplo, de la Educación Social. Si como ya se
apuntaba en la definición de Educación Social (Sáez y Molina, 2006), dar
cuenta de esa construcción histórica, discontinua y dialéctica, que ha ido
elaborando su propia perspectiva y percepción mediante la interacción de
los diversosactores que intervienen en su desarrollo y promoción… este es
el objetivo de quienes se dedican a dar razón de las dinámicas
profesionales.
Nos adentramos a continuación en el recorrido histórico que abarcaría
desde la aparición de unas prácticas sociales diversas (caritativas,
educativas, correctoras, moralizantes, controladoras, etc.), cuya presencia
se hace notar especialmente a partir delsiglo XVI, hasta la consolidación de
un espacio profesional, más o menos, definido y organizado en torno a
variables como una cultura profesional, una formación y acreditación con
carácter legitimador, instituciones y órganos de representación
(asociaciones y colegios profesionales), etc.
Es decir, tratamos de llevar cabo el recorrido de unas prácticas que
ostentan ciertos componentesasistenciales y educativos, pero que no
siempre son su finalidad última, y que han venido empleando a una serie de
figuras ocupacionales que han sentido la necesidad, especialmente en las
últimas décadas del pasado siglo, de clarificar su función, delimitar sus
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Margarita Campillo Díaz y José García Molina
competencias, diferenciar sus responsabilidades y tareas de las de otrasocupaciones, etc. En definitiva, que han sentido la necesidad de convertir
una ocupación social, más o menos visible en el conjunto de la sociedad en
la que desarrollan su trabajo, en una profesión que, siguiendo a Petrus
(1997: 9), se define por su carácter “social y pedagógico”. No hallaremos,
pues, en estos antecedentes, como ya hemos argumentado, al antecesor
directo del educador social, pero siciertas preocupaciones estatales, que
como dijimos páginas atrás, acaban dando lugar a ocupaciones en
instituciones sociales que suponen la tradición y la herencia de uno de los
hitos o ámbitos más consolidados -hablamos de la educación especializadade la que hace apenas una década podíamos pensar como profesión.
Adentrarnos en el intento de responder a estos recorridos desde el modelo
teóricode la teoría de las profesiones constituirá, creemos, un camino
novedoso y enriquecedor. El camino empírico (o la recurrencia a la propia
praxis de los educadores sociales) constituye una sólida vía para la
obtención de conocimiento en el intento de reconstruir la profesionalización
de la Educación Social. Pero no podemos quedarnos encorsetados en un
presentismo que ofrezca la ilusión de...
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