Almorzando con HG Wells

Almorzando con H.G. Wells
¿Cómo sería almorzar con el hombre de la imaginación más desbocada de su tiempo? Julio Verne hablaba de un faro en el fin del mundo y de la tierra a la luna, pero no esigual. Me imagino –me estoy imaginando– un almuerzo con el tío Herbert en Sandgate, circa 1920. Sí, tendría que ser en el año en que The Outline of History fue un best–seller.
Lo conocería enWimbledon y, habiéndonos visto en numerosos inns y pubs, intercambiaríamos tarjetas. Yo andaría condenadamente orgullosa de estar tarjetéandome con el autor de un libro tan significativo y mi orgullotreparía diez grados porque recibiría una nota invitándome a pasar el domingo siguiente en Sandgate.
Alquilaría un auto. Simon, mi vecino, se pondría al volante; exigiría que se cortara el pelo y,posiblemente, que creciera unos tres centímetros.
Un domingo en el campo significa ropa casual, pero yo insistiría en llevar crêpe marocain y sombrero tipo Irene Bordoni, pluma acariciándome la mejilladerecha. A Simon le daría una vergüenza indecible. Conduciría imprudentemente y me apostrofaría por mi mal gusto. Colorada de rabia, me sentaría en el suelo del coche para pensar, porque no podríaenfrentarme así ante el tío Herbert. Siendo ya la una, empezaría a echar pestes por ser la hora de la invitación y, claro, nosotros todavía en la carretera. A las dos de la tarde Simon metería el freno afondo ante la reja de los Wells.
§

Se abrió la puerta del auto y el tío Herbert me encontró acurrucada en el suelo, con el vestido negro trepado más arriba de las rodillas. No se sorprendió. Meimagino que creía que las latinas eran orates.
Era más bajo de lo que me acordaba. Ancho de hombros y robusto. Lo más sorprendente era su voz. Por el tamaño de su cuello se esperaba un rugido, perosalía algo parecido a un chico que está cambiando de voz. Rezumaba vitalidad. No era energía nerviosa sino una corriente que estallaba y se moría por emerger desde el fondo. No me dejó contarle que...