Cantos A Berenice Olga Orozco

Páginas: 10 (2251 palabras) Publicado: 24 de octubre de 2015
OLGA OROZCO
de CANTOS A BERENICE
(Sudamericana, Buenos Aires, 1977)

A MODO DE PRESENTACIÓN
Me gustan los perros. Tenía perros cuando chica
pero realmente el animal que ha estado más cerca de mí
fue un gato: Berenice. Estuvo conmigo quince años y
medio y creo que teníamos una profunda telepatía, pero
tampoco podría decir que fuese un animal. Era mi
tótem. Tenía en el paladar el círculo oscuro quetienen
los animales sagrados en Egipto. Caminaba
retrocediendo como los que ven fantasmas y creo que a
veces hasta me dictaba lo que escribía. Además, me
trataba como si fuera una reina. Podía entrar alguien
en la habitación y ella no le hacía el menor caso, se
quedaba en su canasta, pero entraba yo y se ponía de
pie. Yo canto muy mal, por dentro me siento un ángel
pero por fuera sueno a perro;pues bien, en casa había
de pronto una reunión en la que otros cantaban, y
cantaban bien. Berenice permanecía inconmovible, en la
lejanía; pero en cuanto yo daba la primera nota,
aparecía Berenice y hacía acto de presencia durante
toda mi actuación. Cuando yo terminaba, recién se
retiraba.
Cuando yo trabajaba y tenía un horario para
levantarme o me quedaba dormida, Berenice me tiraba
de la manta ala hora señalada; se trepaba a la cama y

yo me despertaba como con un zorro alrededor del
cuello. Le escribí un libro cuando murió, los Cantos a
Berenice, que son diecisiete cantos.
Extraído de Travesías (Sudamericana, Buenos Aires, 1997).
Conversaciones entre Olga Orozco y Gloria Alcorta,
coordinadas por Antonio Requeni.

1
Si la casualidad es la más empeñosa jugada del destino,
alguna vezpodremos interrogar con causa a esas escoltas
de genealogías
que tendieron un puente desde tu desamparo hasta mi
exilio
y cerraron de golpe las bocas del azar.
Cambiaremos panteras de diamante por abuelas de
trébol,
dioses egipcios por profetas ciegos,
garra tenaz por mano sin descuido,
hasta encontrar las puntas secretas del ovillo que
devanamos juntas
y fue nuestro pequeño sol de cada día.
Conerrores o trampas,
por esta vez hemos ganado la partida.

2
No estabas en mi umbral
ni yo salí a buscarte para colmar los huecos que fragua la
nostalgia
y que presagian niños o animales hechos con la sustancia
de la frustración.
Viniste paso a paso por los aires,
pequeña equilibrista en el tablón flotante sobre un foso
de lobos
enmascarado por los andrajos radiantes de febrero.
Venías condesándotedesde la encandilada transparencia,
probándote otros cuerpos como fantasmas al revés,
como anticipaciones de tu eléctrica envoltura
—el erizo de niebla,
el globo de lustrosos vilanos encendidos,
la piedra imán que absorbe su fatal alimento,
la ráfaga emplumada que gira y se detiene alrededor de
un ascua,
en torno de un temblor—.
Y ya habías aparecido en este mundo,
intacta en tu negrura inmaculadadesde la cara hasta la
cola,
más prodigiosa aún que el gato Cheshire,
con tu porción de vida como una perla roja brillando
entre los dientes.

3
Quiero pensar que no eras la cría repudiada,
hija de gato errante y de gata cautiva
—la pareja precaria, victoriosa en la ley de un solo
acoplamiento
y sumisa al decreto de algún Malthus tardío que impera
en el desván—.
Puedo creer que no eras trofeo niresiduo
arrojado al azar desde lo alto de la roca,
ni yo la tejedora que detiene con redes milagrosas el
vuelo o la caída.
Algo más que piedad, que providencia y desatino
erigió nuestra carpa invulnerable entre las carcomidas
fundaciones.
Algo que comenzamos a saber entre un plato de leche
y huesos, sólo huesos de desapariciones, tan duros de
roer.

5
Tú reinaste en Bubastis
con los pies en latierra, como el Nilo,
y una constelación por cabellera en tu doble del cielo.
Eras hija del Sol y combatías al malhechor nocturno
—fango, traición o topo, roedores del muro del hogar, del
lecho del amor—,
multiplicándote desde las enjoyadas dinastías de piedra
hasta las cenicientas especias de cocina,
desde el halo del templo hasta el vapor de las marmitas.
Esfinge solitaria o sibila doméstica,...
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