Cañas De La Memoria

Comentaba Enrique Laguerre: “Un pueblo sin conciencia histórica, no es una nación”. Palabras con luz que han venido a socavar mi conciencia como puertorriqueña. Y es que uno, o al menos migeneración (llamada por los sociólogos la “Generación Boomerang”), jamás pensaría en un Puerto Rico agrícola, donde la miseria era el pan de cada día, donde la opresión era la normativa y el trabajoconsecutivo e interminable dominaba la vida del jíbaro puertorriqueño. Condiciones deplorables inimaginables, al menos por mí. Ha sido a través de la historia, estudiada en clase y mostrada en el documental,que en mí ha comenzado a formarse una conciencia de pueblo. Creo que me hace valorar mi nación aún más, pues es admirable el tesón y la perseverancia que mostraron mis antecesores ante las másmiserables condiciones de vida, y cómo éstos lucharon por salir adelante. Valoro el trabajo de mis abuelos y ahora entiendo mucho más: sus anécdotas, llenas de sabiduría de pueblo; sus refranes, denotandouna verdad a la luz de sus vidas como pueblo; su música, una expresión de su diario vivir; sus bailes, un desahogo de la asfixiante vida que llevaban; sus recuerdos, vivos y latentes que jamás losolvidarán. Me pregunto porqué ellos catalogan la vida de antes mejor que la de ahora, a pesar de lo que vivieron. Eso sería bueno preguntárselo.
Dando vueltas alrededor de la isla, desde niña,siempre he observado ruinas, con estructuras altas tipo chimeneas, y me preguntaba qué eran y porqué eran conservadas. Hoy por hoy sé que son el recuerdo de una vida que se caracterizó, durante lasprimeras décadas del siglo veinte, y se centró en el monocultivo de la caña de azúcar. Cultivo en el cual estaba sujetada la vida del jíbaro puertorriqueño. Desde que salía el sol hasta que se ocultaba,el puertorriqueño con su machete cortaba las interminables cuerdas del deseado cultivo. Otros recogían semillas, molían la caña, las empaquetaban en grandes y pesados sacos, y las almacenaban o...