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Páginas: 118 (29322 palabras) Publicado: 27 de enero de 2013
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Mientras Grenouille necesitó siete años para la primera etapa de su viaje a través de Francia,completó la segunda en menos de siete días. Ya no evitaba la animación de las calles y lasciudades ni daba ningún rodeo. Tenía un olor, tenía dinero, tenía confianza en sí mismo y teníaprisa. Ya al atardecer del día en que abandonó Montpellier llegó a Le Grau-du-Roi,unapequeña ciudad portuaria al sudoeste de Aigues-Mortes, donde embarcó en un carguero condestino a Marsella. En esta ciudad no se alejó de la zona del puerto, sino que buscó en seguidaun buque que le llevara a lo largo de la costa hacia el este. Dos días después estaba en Tolóny tres días más tarde en Cannes. El resto del viaje lo hizo a pie, siguiendo un camino queconducía tierra adentro,hacia el norte, y serpenteaba colina arriba.
Dos horas después alcanzó la cumbre, desde donde contempló una cuenca de variasmillas de extensión, una especie de plato gigantesco rodeado de colinas de pendiente suave ysierras escarpadas, cuya dilatada depresión estaba cubierta de campos recién labrados,jardines y olivares. Sobre este plato reinaba un clima muy particular, de unaintimidadsorprendente. Aunque el mar estaba tan cerca que podía divisarse desde la cumbre de lacolina, no había en la cuenca nada marítimo, nada salado ni arenoso, nada abierto, sino unaislamiento silencioso, como si se encontrara a muchos días de viaje de la costa. Y aunque alnorte se elevaban las grandes montañas de cimas todavía nevadas, cuya nieve no se derretiríadurante algúntiempo, no se notaba nada áspero ni crudo y el viento no era frío. La primaveraestaba mucho más adelantada que en Montpellier. Un fino vapor cubría los campos como unacampana de cristal. Los almendros y albaricoqueros estaban en flor y en el aire templadoflotaba el perfume de los narcisos.
Al otro lado de la gran depresión, tal vez a una distancia de dos millas, se extendíao,mejor dicho, se encaramaba a las montañas una ciudad. Vista desde lejos no causaba unaimpresión de grandiosidad; carecía de una imponente catedral que sobresaliera de las casas, yen su lugar sólo había un campanario chato. Tampoco tenía una fortaleza en un puntoestratégico ni edificios que llamaran la atención por su magnificencia. Las murallas parecíanmás bien endebles y aquí yallá surgían casas fuera de sus límites, sobre todo hacia la llanura,prestando a la ciudad un aspecto algo abandonado, como si hubiera sido conquistada y sitiadademasiadas veces y estuviera harta de ofrecer una resistencia seria a futuros invasores, perono por debilidad, sino por indolencia o incluso por un sentimiento de fuerza. Parecía nonecesitar ninguna ostentación. Dominaba lagran cuenca perfumada que tenía a sus pies y estoparecía bastarle.
Este lugar a la vez modesto y consciente del propio valor era la ciudad de Grasse, desdehacía varios decenios indiscutida metrópoli de la producción y el comercio de sustanciasaromáticas, artículos de perfumería, jabones y aceites. Giuseppe Baldini había mencionadosiempre su nombre con arrobado entusiasmo. Laciudad era una Roma de los perfumes, latierra prometida de los perfumistas y quien no había ganado aquí sus espuelas, no tenía derecho a llevar este nombre.
Grenouille contempló con mirada um ygrave la ciudad de Grasse. No buscaba ningunatierra prometida de la perfumería y no le inspiraba ninguna ilusión la vista del nido que seencaramaba a las laderas. Había venidoporque sabía que aquí se aprendían mejor que enninguna otra parte las técnicas de la extracción de perfume y de ellas quería apropiarse, ya que las necesitaba para sus fines. Extrajo del bolsillo el frasco de su perfume, se aplicó unas gotas,muy pocas, y reemprendió la marcha. Una hora y media después, hacia el mediodía, estaba enGrasse.
Comió en una posada en el extremo superior de...
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