Con la mirada al norte
Todos y cada uno de nosotros, de los aquí presentes estamos en este generoso país, gracias a Dios y que un día, una noche, un atardecer decidimos “mirar al norte”. Cada unode nosotros, o nuestros padres y hermanos, no encontraron en nuestra querida tierra aquella oportunidad que permitiera a nuestros esfuerzos, a nuestra lucha, a nuestro trabajo vivir con dignidad.El día que tomamos la decisión de venir a estas tierras a luchar, estuvimos consientes que no regresaríamos al terruño, que a pesar que lo prometimos, e incluso nos los juramos, sabíamos que no habíala posibilidad real de regresar a vivir con los nuestros, con nuestra sangre, con los amigos, amigas, compadres y conocidos para como siempre, como nunca, sentarnos en el quicio de la puerta, en laesquina de la calle, en la capilla, o incluso en el billar del pueblo, para platicar las vivencias diarias al término de la jornada, del día. De todo esto estábamos consientes.
Nunca olvidaremoslas lágrimas, el llanto que embargó a nuestra esposa, madre, padre, amor o hijos al llegar el momento de echar al hombro nuestras escasas pertenencias, la mochila, la cajita de cartón en la queempacamos nuestras pocas cosas, pero ahí cabían también nuestros sueños, la esperanza de triunfar, y regresar algún día a la tierra amada.
Tampoco olvidamos el día, la noche que armados más de esperanza,de sueños, que de valor, salimos el pueblo; algunos no quisimos siquiera voltear a la humilde vivienda de donde salimos, el llanto, la emoción nos embargaba. El amigo, el compadre, el padre o hermanonos encaminó a la salida, quizás a la central de autobuses, y ahí comenzaba el camino hacia el sueño americano.
A bordo del autobús miramos por la ventanilla, atrás fueron quedando los camposabandonados, los pocos animales del lugar, las casas de adobe y techos de lámina, la noche llena de estrellas, de sueños; los vendedores que subían, y sus tradicionales gordas y tacos que fueron un día...
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