Cronicas Marcianas

Páginas: 54 (13310 palabras) Publicado: 2 de octubre de 2012
YLLA
Tenían en el planeta Marte, a orillas de un mar seco, una casa de columnas de cristal,y todas las mañanas se podía ver a la señora K mientras comía la fruta dorada quebrotaba de las paredes de cristal, o mientras limpiaba la casa con puñados de un polvo magnético que recogía la suciedad y luego se dispersaba en el viento cálido. A la tarde,cuando el mar fósil yacía inmóvil y tibio, y lasviñas se erguían tiesamente en los patios, yen el distante y recogido pueblito marciano nadie salía a la calle, se podía ver al señor Ken su cuarto, que leía un libro de metal con jeroglíficos en relieve, sobre los que pasabasuavemente la mano como quien toca el arpa. Y del libro, al contacto de los dedos, surgíaun canto, una voz antigua y suave que hablaba del tiempo en que el mar bañaba lascostascon vapores rojos y los hombres lanzaban al combate nubes de insectos metálicosy arañas eléctricas.El señor K y su mujer vivían desde hacía ya veinte años a orillas del mar muerto, en lamisma casa en que habían vivido sus antepasados, y que giraba y seguía el curso del sol,como una flor, desde hacía diez siglos.El señor K y su mujer no eran viejos. Tenían la tez clara, un poco parda, de casitodoslos marcianos; los ojos amarillos y rasgados, las voces suaves y musicales.En otro tiempo habían pintado cuadros con fuego químico, habían nadado en loscanales, cuando corría por ellos el licor verde de las viñas y habían hablado hasta elamanecer, bajo los azules retratos fosforescentes, en la sala de las conversaciones.Ahora no eran felices.Aquella mañana, la señora K, de pie entre las columnas,escuchaba el hervor de lasarenas del desierto, que se fundían en una cera amarilla, y parecían fluir hacia elhorizonte.Algo iba a suceder.
La señora K esperaba.Miraba el cielo azul de Marte, como si en cualquier momento pudiera encogerse,contraerse, y arrojar sobre la arena algo resplandeciente y maravilloso.Nada ocurría.Cansada de esperar, avanzó entre las húmedas columnas. Una lluvia suavebrotaba delos acanalados capiteles, caía suavemente sobre ella y refrescaba el aire abrasador. Enestos días calurosos, pasear entre las columnas era como pasear por un arroyo. Unosfrescos hilos de agua brillaban sobre los pisos de la casa. A lo lejos oía a su marido quetocaba el libro, incesantemente, sin que los dedos se le cansaran jamás de las antiguascanciones. Y deseó en silencio que él volvieraa abrazarla y a tocarla, como a una arpapequeña, pasando tanto tiempo junto a ella como el que ahora dedicaba a sus increíbleslibros.Pero no. Meneó la cabeza y se encogió imperceptiblemente de hombros. Los párpadosse le cerraron suavemente sobre los ojos amarillos. El matrimonio nos avejenta, nos hace rutinarios, pensó. Se dejó caer en una silla, que se curvó para recibirla, y cerró fuerte ynerviosamente los ojos. Y tuvo el sueño. Los dedos morenos temblaron y se alzaron, crispándose en el aire.Un momento después se incorporó, sobresaltada, en su silla. Miró vivamente a sualrededor, como si esperara ver a alguien, y pareció decepcionada. No había nadie entrelas columnas. El señor K apareció en una puerta triangular- ¿Llamaste? - preguntó, irritado.- No - dijo la señora K.- Creí oírtegritar.- ¿Grité? Descansaba y tuve un sueño.- ¿Descansabas a esta hora? No es tu costumbre.La señora K seguía sentada, inmóvil, como si el sueño, le hubiese golpeado el rostro.- Un sueño extraño, muy extraño - murmuró.- Ah.Evidentemente, el señor K quería volver a su libro.- Soñé con un hombre - dijo su mujer- ¿Con un hombre?- Un hombre alto, de un metro ochenta de estatura- Qué absurdo. Un gigante,un gigante deforme.- Sin embargo... - replicó la señora K buscando las palabras -. Y... ya sé que creerás que soy una tonta, pero... ¡tenía los ojos azules!- ¿Ojos azules? ¡Dioses! - exclamó el señor K - ¿Qué soñarás la próxima vez?Supongo que los cabellos eran negros.- ¿Cómo lo adivinaste? - preguntó la señora K excitada.El señor K respondió fríamente:- Elegí el color más inverosímil.- ¡Pues...
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