CUENTO

Páginas: 5 (1223 palabras) Publicado: 2 de julio de 2013
El Magazín
El día del Juicio final
Sonó el teléfono. La tía Mamerta estaba agonizando. Mi madre se cambió de ropa, se puso el abrigo negro y se retocó el peinado.
Por: Susan Halliday Osorio
Ilustración VIGO
 —¿Podemos ir?, preguntamos al unísono los niños.
—No, no pueden, dijo contundente, pero después cambió de opinión y decidió llevarme, ya que era la mayor. Yo había hecho la primeracomunión y una monjita me había preparado, para el acontecimiento; por consiguiente, entendía muchas cosas.
Llegamos a la vieja casa de Chapinero, a la que tantas veces había ido a jugar con mis hermanos. Desde casi medio siglo vivían allí las tres tías solteras, y la casa había ido envejeciendo al tiempo con ellas. Se le habían agrietado las paredes, las puertas crujían al moverse y las ventanas demadera estaban tan resecas que algunas ya no abrían. El balcón del segundo piso por donde me encantaba asomarme se había ido descolgando, y ahora se encontraba amarrado con unos alambres. En el interior de la habitación, sobre la puerta del balcón, habían colocado un letrero que decía Prohibido salir junto con un candado que confirmaba la sentencia.
La casa me pareció diferente aquel día. Habíanentrecerrado las cortinas, quedando las habitaciones en penumbra. Una multitud, vestida de negro, circulaba por la casa hablando en voz baja. El doctor acababa de salir certificando su muerte cuando subimos a la habitación. Entramos en silencio, mi madre abrazaba a cada pariente y susurraba algo al oído. Me pregunté qué sentido tenía esa oscuridad si a una muerta no podía molestarle la luz comotampoco escucharía lo que hablaban.
La tía Mamerta, acostada en la cama con su camisón de encajes, parecía dormida. Su rostro estaba descolorido, las mandíbulas desencajadas, las mejillas hundidas y los labios perdidos; sin embargo, al mirarla no se me hizo muy diferente de como la recordaba viva. La caja de dientes se encontraba en un vaso de agua sobre la mesa de noche, y por un momento parecióque me sonreía.
En una esquina del cuarto, sentada en una mecedora, se encontraba la tía Maricar, como le decían cariñosamente a la tía María del Carmen. Suspiraba, se secaba las lágrimas con un pañuelo y se me pasó por la cabeza la idea de que tal vez estaba pensando que el año entrante le tocaba el turno a ella, ya que era un año menor que la tía Mamerta. Me parecía que las tres tías eran tanviejas que tal vez yo nunca llegaría a tener tantos años. La tía Emilia, la menor de las tres, me miraba con cara de pocos amigos, preguntándose qué hacía una niña allí.
Salimos de la habitación, porque nos dijeron que habían llegado los de la funeraria y la iban a arreglar.
-¿Arreglar para qué? -pregunté, y en seguida sentí en el brazo un pellizco de mi madre. Nos sentamos en silencio en la salay empecé a recordar las palabras de Sor Teresa, la monjita que nos había preparado a un grupo de niñas para hacer la primera comunión. “El día del Juicio final nos encontraremos con todos los muertos y cada uno llevará el cuerpo que tuvo en la tierra”, había dicho. Me había quedado una duda y resolví preguntarle a otra niña a la salida.
-¿Cómo iremos vestidas ese día? -Eso es fácil -contestóella-, pues con la ropa que teníamos puesta el día en que morimos. Me pareció injusto. Algunos tendrían vestidos elegantes, otros estarían en pijama y a los que hubiera sorprendido la muerte en la ducha, apenas estarían cubiertos por una toalla. Al día siguiente, volví a preguntar a Sor Teresa, en quien confiaba más. Ella se rió. -No, mi niña, no nos llevamos nada material de este mundo. Allá no lonecesitamos. Entonces, empecé a imaginarme a todos desnudos el día del Juicio final, y me dio risa. Pero a Sor Teresa no la podía imaginar sin el hábito y la toga. Ni siquiera sabía si tenía pelo.
Un tirón por el brazo me sacó de mis cavilaciones. Era la tía Emilia.
-Levántate y deja sentar a la señora. Ve a la cocina y le ayudas a Serafina.
Obedecí sin chistar, sabiendo que Serafina no me...
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