Cuentos

CuTU, YO, LA CASA
Las mujeres trabajan en grupos. Temen que quienes demolieron sus casas vuelvan y las ataquen. Mientras ellas rescatan y amontonan sus pertenencias sobre sus antiguos predios, discuten los líderes del grupo que fundó la colonia.
-La cosa es que el frío está tupiendo reciecito, así que tenemos que decidir si nos vamos o si de plano nos quedamos, aunque haya más broncas- diceJoaquín.
-Echale que nos pongamos a levantar las piezas otra vez: ¿qué nos ganamos? Estos cabrones vuelven mañana o pasado y las tiran de nuevo. Qué les importa, si al fin que, como dicen, los ampara la ley... - responde Genaro, albañil de oficio.
-Y esto, ¿no vale nada, no sirve de nada? – grita Eusebio, mostrando la boleta de su último pago predial.
-Si sirve, como de que no: para que los tiposesos se limpien… los zapatos –concluye Joaquín, y provoca algunas risas entre sus compañeros.
-Otra que si nos vamos es darles la razón y regalarles todo nuestro dinero al infeliz que nos engañó y que ahora la está pasando a toda madre… -interviene Luis.
-Y además ¿A dónde chingaos nos metemos? Para ellos es muy fácil decir que nos larguemos: pero la cosa es ¿a dónde?, ¿con qué lana?
Laspalabras de Marcial quedan flotando en el aire. Imponen el silencio entre los hombres que no tienen respuesta. Bartolo, el más viejo, sale de su aparente indiferencia para decir:
-Mejor que cada quien se rasque con sus uñas. Tú, Joaquín, no tomes la responsabilidá. Aquí puede haber muertitos y a ti te puede pesar. Yo por mi parte, me largo. Allá tú si decides quedarte con Micaela. –El anciano searrebuja en su sarape y empieza a caminar, seguido por el perro negro que es como su sombra.
-Yo digo que hagamos la lucha de ver al delegad- dice Eusebio, siempre con su boleta en la mano-. Somos muchos, tiene que recibirnos y además, todos tenemos papeles. Que los vea, que los revise.
Entre el grupo se levanta un rumor y finalmente domina la voz de asentimiento: -Vamos, total, qué perdemos….-Bueno, vamos; pero conste que yo no tengo esperanzas. Él delegado bien sabe cómo están las cosas. ¿o apoco creen que la venta de los terrenos y todo lo demás fue así no más porque sí?
El tuvo que haberla autorizado.
-Por eso mismo, vamos y se lo decimos – insiste Eusebio, ansioso, más de convencerlos, de convencerse a sí mismo.
Los hombres caminan rumbo a la carretera. Se detienen repentinamentecuando escuchan los gritos de Micaela:
-Oigan, espérense, no se valla. Joaquín, ¿qué van a hacer?
-Vamos a la delegación.
-¿para qué?
-¿Cómo para qué? Para ver si lo arreglamos –responde Joaquín con impaciencia.
-¿y si les dicen que tenemos que irnos?
-Pos de plano nos vamos, pos qué quieres… Además, ya qué caso tiene estar aquí. No hay ni dónde meterse –dice Joaquín, volviéndose a verlosmontones de ladrillos, cartón, madera, lámina que ocupan los sitios donde estaban las construcciones.
-Pero tenemos la tierra –dice Micaela. Otras mujeres, que la rodean, repiten la frase-: sí, es cierto, tenemos la tierra.
-tenemos mangos…Estos ya nos chingaron, ya nos echaron el ojo. Creo que ya ni vale la pena hablar con el delegado.
-No se vallan, yo sé lo que les digo.
-Y qué quieres ¿qué nosquedemos a rascarnos el ombligo?
-No, sólo quiero que vengan a trabajar con nosotras. –Micaela se recoge el pelo sobre la nuca y se vuelve hacia sus compañeras -: Mujeres, traigan agua; las otras, prendan su lumbre, como siempre, como si nada. Orale, apúrenle…
A la carretera, Micaela se dirige hacia su solar. Nerviosa. Sacudida por un llanto que no logra liberarla de su miedo, empieza a reunirlos escombros de su casa. Pone botes, cartones, trapos, sobre los restos dispersos de sus muebles.
-Oye ¿qué te pasa? ¿Estás loca? –exclama Joaquín, sintiéndose observado.
-No, no estoy loca -dice ella, removiendo con la punta del pie hasta que encuentra un cartón grande y seco-.¿tienes un lápiz?

-¿pa´qué quieres un lápiz? –pregunta Joaquín, realmente alarmado
-Oh, caramba, ¿Quién tiene un...