Diseño
Ursula K. Le Guin
Planeta de exilio
Saga Ekumen - II
ePUB v1.1
Polifemo729.03.12
Titulo original: Planet of Exile EDICIÓN EDHASA Traducción de Enrique de Obregón Ursula K. Le Guin, 1966 Esta edición ha sido publicada por acuerdo con The Berkley Publishing Group ISBN: 84-350-2211-0 / Impreso en España Diseño de la cubierta: Ángel Viola /Ilustración: Ron Miller
1 Un poco de oscuridad
En los últimos días de la última fase lunar de Otoño, sopló un viento frío desde las cordilleras septentrionales a través de los bosques moribundos de Askatevar que olía a humo y a nieve. Leve e indefinida como un animal montaraz de piel clara, Rolery se deslizó por el bosque, a través de las arremolinadas hojas muertas, alejándose de los bulliciososcampos de la última cosecha y de los muros que, piedra a piedra, estaban levantando en la ladera de Tevar. Iba sola, y nadie la llamó. Siguió un tenue sendero que se dirigía hacia el oeste, marcando y remarcando en surcos por el paso hacia el sur de los piesraíces, obstruido en algunos tramos por troncos caídos o enormes amontonamientos de hojas secas. Al pie de la Loma del Límite donde el senderose bifurcaba, ella prosiguió en línea recta, pero antes de haber avanzado diez pasos, se volvió rápidamente hacia un crujido rítmico que se aproximaba por detrás. Por el sendero del norte, descalzo, pisando la hojarasca, descendía un heraldo; la larga cuerda que ataba sus cabellos balanceándose tras él. Venía del norte en una carrera firme, de largas zancadas regulares, y sin mirar siquiera aRolery que estaba entre los árboles, pasó veloz y se alejó. El viento parecía arrastrarlo hacia Tevar con las noticias que llevaba: tormenta, desastre, Invierno, guerra… Indiferente, Rolery se volvió y siguió su propio y borroso sendero, que zigzagueaba hacia arriba entre los grandes troncos secos y crujientes, hasta que al final, allá en la cima, vio el cielo claro ante ella, y bajo el cielo, el mar.El bosque muerto había sido clareado desde la parte occidental de la loma. Sentada al abrigo de una gran capa, ella pudo contemplar el remoto y radiante oeste, las infinitas extensiones grisáceas del llano que cubrían las mareas, y, un poco más abajo de ella y a la derecha, la ciudad amurallada de los lejosnatos con sus tejados rojos sobre los acantilados marinos. Altas casas de piedra pintadasde colores brillantes mezclaban confusamente ventanas bajo ventanas y tejados bajo tejados, descendiendo por la inclinada cima del acantilado hasta su borde. A extramuros, bajo las rocas más bajas del sur de la ciudad, se extendían kilómetros de pastos y tierras de cultivo, todas ellas dispuestas en bancales y protegidas por diques, perfectas como el dibujo de una alfombra. Desde la muralla de laciudad al borde del acantilado, sobre diques y dunas y por encima de la playa y los lustrosos arenales de la marea baja durante más de medio kilómetro, apoyándose en enormes arcos de piedra, se extendía una calzada, que unía la ciudad con una extraña isla negra que había en medio de las arenas. Parecía como un rimero marino, que resaltaba negro y sombrío sobre los lisos y brillantes planos y...
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