El Amante

La paradoja, la destrucción y la identidad en la obra cinematográfica de Marguerite Duras.
Autora: Cristina Manzano Espinosa

La vida y la obra de Marguerite Duras están marcadas por una poética disonancia cognitiva, por una paradoja que hace que su producción artística sea al mismo tiempo un retrato directo y una imagen reflejada en el espejo, en donde todos los puntos ocupan su lugarcontrario, y en donde Duras a veces se mira, pero no se ve.
Esa disonancia comienza por su propio rostro, ya descrito en El amante (A dix-huit ans, j’ai vieilli)[1], e insoslayablemente traducido al texto fílmico en la película de Jean-Jacques Annaud (L’Amant, 1992). A partir de ese rostro devastado que Duras describe, la autora comienza a buscarse en los reflejos del pasado, los de la belleza de lasformas y las ideas. Y con ese aspecto físico construye para el mundo su imagen idílica, su visión de la mujer, que es físicamente contraria a la que ella, ya madura, representa.
El concepto de la destrucción, que ella aplica en su rostro, está presente a lo largo de todas sus obras, pero es innegable que cobra cuerpo definitivamente a través de su creación cinematográfica, bien como directora, biencomo guionista, porque Duras ejerce como guionista incluso cuando no está escribiendo guiones, por la necesidad del desarrollo de una escritura propia, marca de la casa, que haga hincapié en las descripción cinematográfica de los acontecimientos. Lo describe Dominique Noguez en su estudio sobre Duras:


On dirait qu’à partir de 1960 environ, l’usage de cette écriture “pauvre”, utilitaire,presque télégraphique, va quitter, chez Duras, les coulisses de l’écrit teatral ou de l’écrit cinématographique préparatoire pour gaigner le devant de la scène.[2]


Duras se reconvierte y renace continuamente en el pasado a través de sus novelas, sus guiones y sus películas. Como autora que escribe sobre sí misma y los suyos, es un caso fascinante de autoafirmación, que va a dejar su huella en supropia cinematografía, sus títulos experimentales con Yann Andréa (su último amante), no tanto para su divulgación, sino para reinventarse sin cesar a sí misma, y definir sus relaciones íntimas. El caso de la reinvención está ilustrado por el desarrollo de la historia de El amante. Primero novela, después película-conflicto y después novela renacida, como el fénix, de las cenizas de suutilización, aunque con otro título: El amante de la China del Norte.


Paralelamente a su propia definición, Duras se adentra a través de su obra en un ensayo sobre la madre. En su planteamiento de amor-odio, la autora es, a su vez, madre e hija.
Para Duras, su madre es la figura genérica de la mujer. A partir de este concepto, iniciará una batalla personal para superarla, para conseguir en la vida eléxito que su madre nunca logró. La madre nos interesa aquí, porque es claramente la responsable –sin connotaciones negativas- de la creación del personaje Duras. Por supuesto, muchos otros rasgos y protagonistas de su biografía servirán como resortes a la recreación de su vida y su obra (en 1942, su primer hijo, resultado de su matrimonio con Robert Antelme, nace muerto, punto de partida quizá parala decisión de colaborar como dialoguista en La ladrona[3], la historia de una mujer que pierde a su hijo). Pero la madre dejará depositada en ella la paradoja que supone hacer suyo algo odiado, porque el odiarlo o separarse de ello significa que alguna vez lo amó, o aún lo ama, secretamente.
Esto también es aplicable a su inclinación política. Tras la liberación de Francia, Duras se afilió alPartido Comunista, al que perteneció hasta 1950. Este fue un periodo sin publicaciones, en el que adoptó una filosofía de la que no estaba completamente segura. En la película Le Camion[4] , que ella dirige y protagoniza junto a Gérard Dépardieu, la filosofía comunista estará presente en el protagonista masculino, exorcizando, como siempre hará, cada una de sus experiencias vitales a través de...