El Amor Que Dormia

Páginas: 8 (1933 palabras) Publicado: 19 de junio de 2012
José de La CuadraEL AMOR QUE DORMÍA |

La vuelta de la locura |
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Manos presurosas acudieron así que rasgó el aire dormido de la estancia aquel largo, larguísimo, alarido estupendo de la grávida.He aquí que era varón el recién nacido."Nos ha nacido un niño, un hijo nos fue dado"Ojos listos de viejas consultaron el calendario de las hojas desprendibles, adherido a la pared cerca dela cama de la parturienta: Juan tenía que ser nombrado el niño, porque era –loado sea el Bautista– el blanco día de san Juan.Lindo san Juanque en el Jordánbautizaste a mi Señor,tenés mi amor.Y otra vieja repitió la cantiga.Pero otra vieja modificó, diciendo "Te doy mi corazón..." Lo cual hizo aparecer desdeñosa sonrisa en los labios de las que le precedieron en la tonada ritual.Mientras tanto, enla habitación contigua habían bañado al pequeño Juan. Envuelto en una gruesa toalla, lo trajeron para que la madre lo besara. Sólo que la madre no podía besarlo, porque había muerto. Sin escandalizar –quizás arrullada por la copla vetusta– o quizás, mejor, por no oírla, se había estirado cuan larga era, había ladeado un poco la cabeza y ...Era preciso enterrarla.A un examen somero, "la profesora"aventuró:—Quizás una embolia pulmonar por trombosis de los senos uterinos...Con todo, las viejas prestaron curiosa atención al hijo de la muerta. ¡Ah!, era lavadito... y ojiclaro... y, por lo que ofrecía, sería pelirrubio, ¿no? Pero... ¡qué mirada bovina!—Éste será loco.—Sí. Es porque la madre ha estado muerta por dentro al parirlo, ¿no ven?—Una se va muriendo por partes; de los pies para arriba;de la cabeza para abajo. Cuando llega al corazón...—En el corazón está el alma.—El alma... ¿Y qué es el alma?— ¡Dios lo sabe!—Aseguran que metiéndose bajo la cama de una persona que está agonizando se oye el grito que da el alma cuando se arranca. Cuentan que un hombre, en Naranjal...—¿En Naranjal...?...Pero era necesario ver quién se hacía cargo del huerfanito. Se le ofreció a la tía abuela.—¿Loaceptará?La vieja dijo que sí. Que lo tomaría como un presente de san Juan. Habló algo más. Algo sobre el propio Bautista, sobre la muerte, sobre los regalos extraordinarios y sobre el sol de esa mañana...Pues todo esto ocurría mientras se iba al pasado una clara mañana. Una clara mañana del día de san Juan.La verdad, el pequeño Juan no parecía loco. Si lo era, era la suya una locura mansa, unabella locura pacífica, tal que un ensueño uniformemente prolongado.Cuando tuvo siete años aprendió a sonreír; y tanto debió agradarle el "descubrimiento" de esta bonita ciencia de nada, que sonreía –siempre, siempre, a todo– aún al látigo de tres ramas con que lo castigaba la tía abuela. A los diez años lo metieron en una escuela para que lo enseñaran a leer; y dominado que hubo bien que mal elabecedario, diose a leer cuanto libro caía por su lado. Un amigo que lo fue de su madre, le obsequió por Navidad un tomo de lindas historias de mar. Nunca hiciérale tamaño bien. ¡Tanto gozó el pequeño Juan con ese libro! Viajó por los siete mares: repitió las rutas fabulosas de Simbad; se aventuró con Odiseo Laertiada en la vuelta a Itaca; resucitó la osadía multioceánica de Cadmo; viajó con MarcoPolo, Cristóbal Colón, Elcano...Vivía entonces Juan en un pueblo a la orilla del océano. Su tía abuela tenía un quintal, cuyas cosechas mandaba a vender en el poblado vecino: Juan robaba alguna calderilla al producto y adquiría libros; siempre libros de mar.Durante cinco años, leyó...Tenía cumplidos los quince cuando conoció a la primera mujer. Mientras acompañaba a su tía abuela a recoger conchasfinas en la playa –para la venta– mirando la extensión ilímite del Pacífico –el Pacífico nuestro– en los ojos de Juan –bovinos– hubo un anhelo...—Tía, yo quiero ser marino.La respuesta fue cruel.—Ésa es una locura. Pero... es verdad que tú eres loco.Escuchó el diálogo una mujer que pasaba al lado en ese instante.—Muchacho, he aquí la viuda de un marino.Le dijo. Era guapa, con sus lustros pulposos...
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