el chavo
D. R. @ Texto e ilustraciones: Roberto Gómez Bolaños, 1995
G punto de lectura
De esta edición:
D. R. @ Punto de Lectura, S.A. de C.V., 2005
Av. Universidad núm. 767, col. del Valle
c.P. 03100, México, D.F. Teléfono 54207530
www.puntodelectura.com.mx
Quinta reimpresión: octubre de 2005
ISBN: 9707310944
D. R. @ Diseño de cubierta: dibujos de Roberto Gómez Bolaños
Impreso en México
1
Prólogo
Por Roberto Gómez Bolaños
Sus holgados pantalones tenían más parches y remiendos que
tela original. Estaban precariamente sostenidos por dos tiras de
tela que hacían las veces de tirantes, terciadas sobre una vieja y
descolorida playera en la que también predominaban los parches y los remiendos. Calzaba un par de zapatos del llamado
tipo "minero" que evidentemente habían pertenecido a un adulto.
Pero lo más característico de su atuendo era la vieja gorra con
orejeras, las que en tiempo de frío le debían haber sido de no
poca utilidad, pero que, cuando lo conocí, en pleno verano, no
hacían sino acentuar lo grotesco de su figura. ¿Grasa, jefe? me había preguntado mostrando el cajoncillo de
limpiabotas. Y yo estuve a punto de responder que no, ya que
mis zapatos se encontraban en bastante buen estado, pero
entonces surgió el presentimiento; ese algo que nos impele a
tomar decisiones sin justificación aparente. De modo que
respondí afirmativamente.
Yo estaba sentado en una de esas hermosas bancas de hierro forjado que aún se encuentran en algunos parques de la ciudad.
Él se acomodó en el banquillo portátil que formaba parte de su
equipo de trabajo, y comenzó a realizar su tarea con inusual
entusiasmo. Entonces lo observé con mayor atención, y al
instante comprendí cuál había sido la razón que justificaba mi
presentimiento: aquel niño era la encarnación total de la ternura. Me costó mucho trabajo entablar conversación con él, pues era
notorio que mis preguntas provocaban el natural recelo de quien
está acostumbrado a recibir muy poco casi nada, diría yo de
los demás.
¿Cómo te llamas? le pregunté.
Pus da lo mismo, ¿no?
¿…….?¿Qué es lo que da lo mismo?
Que me llame como sea. De cualquier manera todos dicen
que soy el Chavo del Ocho. * ¿Cuál es tu edad? seguí preguntando.
Mi edad son los años que yo tengo.
Por eso: ¿cuántos años tienes?
Ocho, creo...
¿Dónde naciste?
No lo puedo recordar porque yo estaba muy chiquito cuando
nací.
Entonces dejé correr una pausa intentando que fuera él mismo
* Singular apodo, cuyo origen se explica más adelante.
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quien reanudara la conversación, pero resultó evidente que su
timidez le impedía hacerla. Por tanto, yo también interrumpí el
interrogatorio.
Le di una buena propina cuando terminó de lustrar mis
zapatos. Eso hizo que acudiera a sus ojos un brillo que antes
había estado ausente, y que se pusiera a bailotear al tiempo que
exclamaba:
¡Con esto me puedo comprar una torta de jamón... o
dos... o tres...!
Y luego, pronunciando un rápido y entusiasta "gracias",
levantó ágilmente sus arreos de trabajo y se lanzó corriendo a la
calle, donde empezó a sortear el intenso tránsito de automóviles
con esa destreza que sólo tienen los niños pobres de las
ciudades populosas. Luego, al tiempo que lo perdía de vista, aún
alcancé a oír nuevamente las palabras que parecían mágicas:
"¡Torta de jamón!" Fue entonces cuando descubrí el cuaderno.
Lo había dejado a un lado de la banca del parque donde
estaba yo sentado. Y resultaba fácil suponer que era propiedad
del Chavo del Ocho, pues su lastimoso estado hacía juego con
el propietario. Era un cuaderno corriente que mostraba con toda ...
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