El Cristo De La Calavera

Páginas: 16 (3966 palabras) Publicado: 8 de noviembre de 2012
El Cristo de la calavera

El Cristo de la calavera
El rey de Castilla marchaba a la guerra de moros, y para combatir con los enemigos de la religión había apelado en
son de guerra a todo lo más florido de la nobleza de sus reinos. Las silenciosas calles de Toledo resonaban noche y
día con el marcial rumor de los atabales y los clarines, y ya en la morisca puerta de Visagra, ya en la deValmardón o
en la embocadura del antiguo puente de San Martín, no pasaba hora sin que se oyese el ronco grito de los centinelas
anunciando la llegada de algún caballero que, precedido de su pendón señorial y seguido de jinetes y peones, venía a
reunirse al grueso del ejército castellano.
El tiempo que faltaba para emprender el camino de la frontera y concluir de ordenar las huestes reales discurríaen
medio de fiestas públicas, lujosos convites y lucidos torneos, hasta que, llegada, al fin, la víspera del día señalado de
antemano por su alteza para la salida del ejército, se dispuso un postrer sarao, con el que debieran terminar los
regocijos.
La noche del sarao, el alcázar de los reyes ofrecía un aspecto singular. En los anchurosos patios, alrededor de
inmensas hogueras y diseminadossin orden ni concierto, se veía una abigarrada multitud de pajes, soldados,
ballesteros y gente menuda, que éstos aderezando sus corceles y sus armas y disponiéndolos para el combate;
aquéllos saludando con gritos o blasfemias las inesperadas vueltas de la fortuna, personificada en los dados del
cubilete; los otros repitiendo en coro el refrán de un romance de guerra que entonaba un juglar,acompañado de la
guzla; los de más allá comprando a un romero conchas, cruces y cintas tocadas en el sepulcro de Santiago, o riendo
con locas carcajadas de los chistes de un bufón, o ensayando en los clarines el aire bélico para entrar en la pelea,
propio de sus señores, o refiriendo antiguas historias de caballerías o aventuras de amor, o milagros recientemente
acaecidos, formaban un infernal yatronador conjunto, imposible de pintar con palabras.
Sobre aquel revuelto océano de cantares de guerra, rumor de martillos que golpeaban los yunques, chirridos de limas
que mordían el acero, piafar de corceles, voces descompuestas, risas inextinguibles, gritos desaforados, notas
destempladas, juramentos y sonidos extraños y discordes, flotaban a intervalos, como un soplo de brisa armoniosa,los lejanos acordes de la música del sarao.
Éste, que tenía lugar en los salones que formaban el segundo cuerpo del alcázar, ofrecía, a su vez, un cuadro, si no
tan fantástico y caprichoso, más deslumbrador y magnífico.
Por las extensas galerías que se prolongaban a lo lejos, formando un intricado laberinto de pilastras esbeltas y ojivas
caladas y ligeras como el encaje; por los espaciosossalones vestidos de tapices, donde la seda y el oro habían
representado con mil colores diversos, escenas de amor, de caza y de guerra, y adornados con trofeos de armas y
escudos, sobre los cuales vertían un mar de chispeante luz un sinnúmero de lámparas y de candelabros de bronce,
palta y oro, colgadas aquéllas de las altísimas bóvedas y enclavados éstos en los gruesos sillares de los muros; portodas partes adonde se volvían los ojos se veían oscilar y agitarse en distintas direcciones una nube de damas
hermosas con ricas vestiduras chapadas en oro, redes de perlas aprisionando sus rizos, joyas de rubíes llameando
sobre su seno, plumas sujetas en vaporoso cerco a un mango de marfil, colgadas del puño, y rostrillos de blancos
encajes que acariciaban sus mejillas, o alegres turbas degalanes con talabartes de terciopelo, justillos de brocado y
calzas de seda, borceguíes de tafilete, capotillos de mangas perdidas y caperuza, puñales con pomo de filigrana y
estoques de corte, bruñidos, delgados y ligeros.
Pero entre esta juventud brillante y deslumbradora, que los ancianos miraban desfilar con una sonrisa de gozo,
sentados en los altos sitiales de alerce que rodeaban el...
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