El Encino



El científico llegó a Real de las Minas el cinco de Junio. Bien recuerdo el día como si hubiera sido ayer, Caballero Mendoza, un científico con poca experiencia, de alma joven y fresca, dispuesto a vivir aventuras por su carácter temerario y hombre bien razonado, llegó a la ciudad de Nuestra Señora de la Asuncióncon todo un equipo moderno de investigación, jamás visto por ninguno de nosotros. Enviado aquí para investigar lo que causó el incendio del ocho de Junio de 1789 en la mina del Encino. A pesar de las apariencias tenía un equipo insuficiente y un tiempo muy limitado para desarrollar correctamente su trabajo. Todo esto contribuyó al accidente del ocho de Junio, accidente que cobró la vida delmuchacho.
No era la hora pertinente del día para realizar esa clase de trabajos y él lo sabía, pero el tiempo se agotaba y solo restaba una prueba más, en La Cámara de los Cañones, tarea peligrosa pues ésta se encontraba en pésimas condiciones.
Absorto en su trabajo, Mendoza decidió aventurarse a aquella parte de la mina y no se percató que la oscuridad amenazaba con cubrir la pálida luz de sulámpara. Entonces por azares del destino y otras cosas inexplicables la mina tembló, los toscos polines del entramado crujieron y se resquebrajaron justo en medio de Mendoza y el único guía que lo había acompañado, quedando el científico atrapado en el oscuro recinto. Siendo como era su carácter, de hombre de ciencia, no se inquietó más de lo debido y mantuvo la mente fría, su compañero inmediatamenteavisó por radio del incidente, hubiera terminado de alertar de la precaria situación pero una roca, que quedó floja en el techo del túnel, se desprendió y fue a dar en el seso del guía que cayó muerto al instante.
Cuando la voz del guía cesó, Mendoza ya solo oía la lejana radio con las palabras del equipo exterior, ellos no se arriesgarían a entrar inmediatamente ahí y salvarlo, sabían que algohabía salido mal, pero debido a la oscuridad el rescate se pospondría por lo menos doce horas, Mendoza por presentir esto empezó a sentirse turbado, entonces llamó a su compañero, nunca respondió, se resignó de llamarlo cuando vio en el suelo sangre que venía de allá, del otro lado del muro de roca negra y maldita.
La cámara de los cañones olía a polvo de siglos y a otras cosas que hay en el fondode la tierra, en la mina del Encino hay cientos de cuerpos que alguna vez laboraron duras jornadas, ciegos, enfermos, desnutridos y tiznados; mineros cuya única recompensa por su esfuerzo fue la muerte por las llamas o la asfixia por el gas, Mendoza imaginó esto y la ansiedad del abismo pesó sobre su ser, de tal manera que no pudo más y se echó en el suelo.
Eterna claustrofobia, temor a flor depiel, presentir lo peor, son síntomas que el lozano investigador sintió aparecer súbitamente. Las frías paredes encerraban ruidos provenientes de uno y todos lados, lo confundían y mareaban, la poca luz de la lámpara creaba sombras en el terrible escenario en el que estaba, era como ser devorado por las fauces de un monstruo cavernoso y titánico; ratas, arañas y hasta culebras le pasaban por entrelos miembros con suficiente fuerza para avisar de su presencia, a lo lejos la voz de la mina gemía de dolor, eran los arcos y estructuras que sostenían el cerro de San Cristóbal en tan precaria situación que el derrumbe total parecía casi inminente.
Caballero Mendoza abandonó entonces la esperanza y cedió su suerte a algún fin catastrófico, el pánico y el sudor frío que su cuerpo emanabacomenzaron a oprimirle el alma y el corazón se le quería escapar del pecho, la terrible sensación de impotencia y miedo lo inclinaban a dar gritos ensordecedores pero su mente no coincidía con el cuerpo, todo intento de grito quedaba atrapado en su cuello como un nudo que asfixia y queda enclaustrado, provocando un horrible terror para quien lo intenta expulsar.
Detuvo todo movimiento, tensó sus...