El Grito De Independencia

El Grito I
Desde 1821, con alguna intermitencia, los mexicanos hemos celebrado el Grito de Dolores. La ceremonia ha ido adquiriendo diversos formatos que mucho tienen que ver con los diversos talantes de nuestros presidentes y con la variada suerte de nuestra patriaPor mucho tiempo, la celebración fue diurna, aunque nunca se atuvo a su horario original. Mi amigo, el historiador Villalpando, meha comunicado una serie de precisiones históricas que me complacería mucho compartir contigo, lectora lector querido. Advierto que todo el aderezo de la ensalada corre por mi cuenta.
Comencemos con Doña Josefa que, en su momento, con todo y la cara de moneda que luego se le puso, era una mujer inquieta, atractiva, fogosona, rebelde, salidora; lo que mi bisabuelo no hubiera vacilado en calificarcomo “una vieja brincona”. Ella era hija ilegítima de un criollo que, por la pura flojera de salir, pensó que era más cómodo embarazar a una esclava negra que el tenía para diversos servicios. La afrotenochca olvidó su píldora del día siguiente y, muy previsiblemente, resultó embarazada y con su vientre habitado por una heroína que llegaría a tener nombre de estadioSu pecaminoso padre decidió que lamulatita fuese internada en el Colegio de las Vizcaínas y que allí se formase, objetivo que logró muy tempranamente si hemos de creerle a un muy decente visitador del Colegio quien encontró francamente bien formada a la jovencita. Tan le agarró el gusto (y el busto) que, para no exceder los límites de la decencia, la extrajo del Colegio y le puso un pisito a la muchacha. Como suele ocurrir ennuestra historia y en nuestras historias, el aristocrático visitador de apellido Domínguez era casado y fue por eso que tuvo que tomar tantas precauciones. Digamos que tomó algunas, pero no todas. Con la fogosa semiprietita procreó dos hijos y todo indica que la pasó francamente bien.Esto es lo que explica el hecho de que, en cuanto murió su muy respetable, fondona y aburrida esposa, el señorDomínguez decidiera contraer nupcias con la mulatita. El respetable leguleyo comentó esta decisión con algunos amigos cercanos y, como suele suceder en México, ya todos sabían de la arrebatada historia y todos, aunque estuvieran viviendo situaciones similares, mostraron su escándalo y le señalaron a Dominguitos el grave peligro social que corría con una boda tan claramente desigual.El caso es que, comobuen mexicano que era, Domínguez oyó todos estos consejos y habiéndolos oído, decidió hacer lo que se le daba la gana. Se casó con Josefina y su única concesión al que dirán fue registrar esta unión en el libro de “Matrimonios Secretos” que para tal efecto tenía la Catedral de México (así habría tenido que casarse Fox)Ya lo sabemos, en México los secretos tienen una vida media de 30 segundos y malse había casado Dominguitos con Chepita cuando las excelentes malas lenguas que jamás le han faltado a México, ya estaban, entre desmayos y ojos volteados, comentando y condenando este acontecimiento. Tan recio le llovió al antiguo visitador, que solicitó y obtuvo el cargo de Corregidor de Querétaro y para allá salió disparado con su mulatita y los escuincles.Allá en el Bajío, en la mera tierra delJefe Diego, la inquieta Josefa evitaba el suicidio mediante la invención de tertulias, representaciones teatrales y conjuras independentistas que compartían la naturaleza de las dos actividades previas. De Dolores llegaba un hombre bondadoso e inteligente, excelente teólogo, sacerdote por más señas, llamado Miguel Hidalgo. De San Miguel el Grande se acercaban los Aldama y el siempre apuestomilitar Ignacio Allende.Ustedes tienen que comprender a Doña Josefa: vivía en Querétaro, estaba en la flor de sus mulatas calenturas, su marido frisaba los 65 años que, para entonces, ya era la plena senilidad y, consecuentemente y como decimos en México: ya no le atendía el negocio. Llegó Allende con uniforme de gala y “una de mujer, ¿qué puede hacer?”.Así llegamos al 15 de septiembre, el vetarro...