El hombre en busca de sentido
cámara de desinfección. Los hombres de las SS aparecieron y
extendieron unas mantas sobrelas que teníamos que echar todo
lo que llevábamos encima: relojes y joyas. Todavía había entre
nosotros unos cuantos ingenuos que preguntaron, pararegocijo
de los más avezados que actuaban de ayudantes, si no podían
conservar su anillo de casados, una medalla o algún amuleto de
oro. Nadie podíaaceptar todavía el hecho de que todo,
absolutamente todo, se lo llevarían. Intenté ganarme la confianza
de uno de los prisioneros de más edad.Acercándome a él
furtivamente, señalé el rollo de papel en el bolsillo interior de mi
chaqueta y dije: "Mira, es el manuscrito de un libro científico. Ya
sélo que vas a decir: que debo estar agradecido de salvar la vida,
que eso es todo cuanto puedo esperar del destino. Pero no puedo
evitarlo, tengo queconservar este manuscrito a toda costa:
contiene la obra de mi vida. ¿Comprendes lo que quiero decir?"
Sí, empezaba a comprender. Lentamente, en surostro se fue
dibujando una mueca, primero de piedad, luego se mostró
divertido, burlón, insultante, hasta que rugió una palabra en
respuesta a mipregunta, una palabra que siempre estaba
presente en el vocabulario de los internados en el campo:
"¡Mierda!" Y en ese momento toda la verdad se hizopatente ante
mí e hice lo que constituyó el punto culminante de la primera fase
de mi reacción psicológica: borré de mi conciencia toda vida
anterior.
Regístrate para leer el documento completo.