El Hombre Light
y rio blanco
Toño Malpica
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Nueva Biblioteca del Niño Mexicano
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Las huelgas de cananea
y rio blanco
Toño Malpica
Es cierto que la Revolución mexicana fue, en gran medida, detonada por un ánimo político. Esto es, que algunos idealistas como Francisco I. Madero vie‑ ron la oportunidad de cambiar al país con el pretexto de que, después de casi treintaaños en la silla presidencial, ya era hora de convencer a Porfirio Díaz de que se bus‑ cara otra chamba. Y, la verdad, no era mala idea, puesto que el país estaba sumido en una crisis social espantosa precisamente a causa del general Díaz. Pero lo cierto es que no bastaba hacer un pacto para que él se fuera y todo cambiara, y la prueba está en que Porfirio Díaz dejó el país en mayo de 1911 y loscañones siguieron tronando muchos años después. La razón es muy senci‑ lla: la Revolución mexicana en realidad no estalló por‑ que don Porfirio ya hubiera aburrido a sus seguidores, sino porque el país era un semillero de injusticias. Y,
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como siempre ocurre en estos casos, las víctimas de to‑ das esas injusticias eran los más pobres, los que no po‑ dían reclamar, los másdesprotegidos. En pocas pala‑ bras, los campesinos y los obreros. Porfirio Díaz basó su gobierno en el positivismo, una ideología que le permitía creer que en México, para lograr el bienestar de todos, era necesario ha‑ cer una distinción de clases, donde correspondía a unos (pocos) mandar y a otros (muchos) obede‑ cer. Parecía una ideología muy linda y fascinante, sí, siempre y cuando te tocara estardel lado de los que mandan. Si no, entonces no podías esperar más que penurias. Sin exagerar, la vida de los campesinos y los obre‑ ros en el México de finales del siglo xix era terrible; a los primeros los explotaba a más no poder el hacen‑ dado; a los segundos, el empresario. Y en algunos casos las condiciones en que tenían que trabajar eran casi idénticas a las del esclavo porque si des‑obedecían a sus respectivos patrones, bien podían ser deportados o encarcelados como si fueran de‑ lincuentes. No es de extrañar que los oprimidos literalmen‑ te estallaran en una revuelta —dígase, pues, revolu‑
Las huelgas de Cananea y Río Blanco
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ción— porque era imposible seguir aguantando tal situación. Específicamente en lo relativo a los obreros mexicanos, éstos tenían que aguantarjornadas de más de doce horas y trabajar todos los días de la se‑ mana, bajo reglamentos que parecían sacados de las más espeluznantes novelas de terror. Como ejemplo, lee la siguiente cláusula del reglamento de una textilera de aquel entonces:
Por el hecho de presentarse en sus labores los obreros aceptan las condiciones de trabajo y los horarios que los administradores de las fábricas hayan tenidoa bien or‑ denar, para cada turno y para cada semana de labor.
Que, traducido al español de nuestros días significa algo así como: “Tú te presentas a trabajar y te aguantas a lo que tu jefe te pida, sin importar cuán horrible o in‑ moral te parezca su petición”. Con una ley de tal natura‑ leza era perfectamente legal que un obrero tuviera que trabajar sin parar hasta las tres de la madrugadasi al pa‑ trón se le antojaba. O sin ir al baño. O sin comer. Perfec‑ tamente legal en todos los casos. Si en Chicago ya ha‑ bían muerto varios trabajadores en 1886 defendiendo
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una jornada laboral digna, en México tenía que empe‑ zar a prenderse una llama ante tales iniquidades. Fue el 1º de junio de 1906, cuando en Sonora miles de mineros de la empresa estadunidense Ca‑nanea Consolidated Copper Co. se fueron a la huel‑ ga. Así dicho parece no tener chiste, pues hoy en día a cada rato vemos en las noticias que la empresa fulana o la universidad mengana están en huelga. Pero en el régimen de Díaz no existía el derecho de huelga para los trabajadores. Así que esto era ya, en gran medida, un acto revolucionario, con la notable diferencia de que los obreros no eran...
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