El ojo de la paja:

Páginas: 10 (2280 palabras) Publicado: 22 de noviembre de 2013
Va siendo hora, lo comenté en otra entrada, que Seix Barral haga una segunda edición de ese libro imperdible, de los mejores de Héctor Abad si cabe decirlo, que es Palabras sueltas. Y que se pellizque y le haga una promoción decente, que lo ponga en todas las librerías, que patrocine reseñas como lo hace con tantas obras regularcitas que publica. Porque aun siendo un pequeño gran libro, laprimera vez tampoco le hizo la difusión que merece, que merecen casi todos los volúmenes que saca una editorial tan grande y con tantos alcances económicos como Seix Barral, que como todos sabemos es parte del Grupo Planeta. A ver si con este humilde fusiladito se acuerda de que tiene semejante título en su catálogo de libros descatalogados. Yo sé que alguna gente por allá revisa este blog.

Héctortomó material de sus columnas, de ensayos, de presentaciones que había escrito y las organizó en forma de diccionario. Apenas escogí cuatro entradas para no hacer muy extenso este post. Pero creo que no quedé satisfecho y que más adelante me dejaré venir con otras tantas. Por ahora, acá están estas, como abrebocas.

Abogado
Esa disciplina llamada derecho no carece de interés. Lo que esinsoportable son los abogados. Nunca he pasado más de cinco minutos en compañía de un abogado sin tener que bostezar –en el mejor de los casos– o sin sentir que un amasijo de bilis y rabia me empieza a subir por el esófago. Detrás de su palabrería retorcida, los abogados no tienen otro oficio que demostrar que aquello que es inconveniente y está mal hecho sí se puede hacer legalmente, y que en cambioaquello que está bien hecho y conveniente es ilegal.

Voy a poner un ejemplo de abogado en acción. Está uno, digamos, en una asamblea de vecinos de un edificio. Nada del otro mundo. Todo parece claro, nítido, decidido y resuelto. Se le aumenta el sueldo al portero, se cogen las goteras y se permiten los perros. Listo. Ya todos (ingenieros, amas de casa, poetas) se pusieron de acuerdo en diez minutos.Va a acabarse la reunión, que por suerte fue tan corta. En ese preciso instante, desde el fondo la sala, con fingida humildad, con una medio sonrisita, pide la palabra el Abogado. Se pone de pie, carraspea para aclararse la voz, se acomoda el nudo de la corbata, une las manitas en ademán de recogimiento, prolonga su silencio dramático, y al fin empieza a pronunciar un enredajo que desbarata todaslas decisiones ya tomadas. Parece que lo más conveniente, según un artículo del reglamento de la copropiedad, sería coger al portero, permitir las goteras y prohibir los perros. O bien, eso depende, pagar por los perros, prohibir las goteras y echar al portero. De repente todo el mundo está confundido y en desacuerdo; nace la discordia; todos temen estar violando la ley; lo que parecía claro sevuelve oscuro y eso hace que se formen tres o cuatro bandos; comienza un alegato, la gente empieza a insultarse, la reunión se prolonga tres horas y va ya para eterna.

En ese momento vuelve a pedir la palabra el Abogado (las mismas manitas, el mismo carraspeo, el mismo silencio previo) y se ofrece para mediar. A cambio de una modesta, casi simbólica remuneración, dice, él estaría dispuesto ahacerse cargo de un detallado estudio jurídico del caso. La asamblea aplaude, con ganas de irse a dormir. Y deja todo en manos del jurisperito. Meses después el asunto sigue sin resolverse (las goteras cayendo, el portero bravo, los perros encerrados). El abogado se niega a dar el concepto hasta que no se le cancelen los honorarios. Al fin da su concepto: subirle el sueldo al portero, coger lasgoteras y permitir los perros. Suspiro de alivio.

En un país de abogados (y sobre todo, de abogados metidos a políticos) el oficio fundamental del gobierno y de la oposición no es ayudar a resolver los problemas, sino buscarle la caída jurídica a cualquier solución. Lo típico de los abogados es que nunca están buscando soluciones, sino problemas. Mejor dicho: ellos le ven el problema a cualquier...
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