ensayos
-Si es que me lo merezco de vos, por el amor deAquel que murió por todos nosotros, ¿podríais decirme cuánto cuesta esta fórmula? Por favor, decídmelo.
-Por la Virgen Nuestra Señora -respondió el canónigo-, os lo advierto. Es cara. Aparte de unfraile y yo, no hay nadie más en Inglaterra que la conozca.
-No importa -exclamó el otro-. Vamos, señor, por el amor de Dios, decidme cuánto. ¡Decídmelo, os lo imploro! -En serio -replicó elcanónigo-. Os digo que es muy cara. En una palabra, señor, si queréis tenerla tendréis que pagar cuarenta libras, y que Dios me perdone. Y si no fuese por la amistad que me mostrasteis hace poco, tendríaisque pagar más, ya lo creo.
El sacerdote fue a buscar inmediatamente las cuarenta libras en doblones y se las entregó todas al canónigo en pago de dicha fórmula. Toda la operación no fue sino unfraude y un engaño.
-Señor cura -dijo él-, no pretendo conseguir alabanzas por mi habilidad, pero preferiría mantenerla oculta; si en algo me estimáis, guardadla en secreto. Pues si la gente llegase aconocer mis poderes, por Dios que sentirían tanta envidia de mi alquimia que podría costarme la vida. En eso no hay alternativa.
-¡Dios no lo quiera! -exclamó el sacerdote-. No os preocupéis.Antes de crearos problemas, tendría que volverme loco y vender todo lo que poseo.
-Gracias por vuestros buenos deseos, señor -repuso el canónigo-. Y ahora, adiós, y mil gracias.
Y se marchó.
Encuanto al sacerdote, jamás logró volver a ponerle la vista encima desde aquel día. Y cuando en el momento que creyó adecuado, empezó a ensayar la fórmula -¡oh, sorpresa!-, no funcionó. Y así quedó...
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