Equis

Páginas: 16 (3867 palabras) Publicado: 1 de febrero de 2013
LA LLAMADA
Hay un delicioso cuento de horror que sólo consta de dos frases: 
El último hombre sobre la Tierra estaba solo en una habitación. Sonó una llamada a la puerta... 
Dos frases y una elipsis de tres puntos suspensivos. El horror, naturalmente, no está en la misma historia; está en la elipsis, en la implicación: qué llamó a la puerta. Enfrentada con lo desconocido, la mente humanaproporciona algo vagamente horrible. 
Pero no fue horrible, en realidad. 

El último hombre sobre la Tierra - o en el universo, es igual - estaba sentado solo en una habitación. Era una habitación bastante peculiar. Se había dedicado a averiguar la razón de esta peculiaridad. Su conclusión no le horrorizó, pero le molestó. 
Walter Phelan, que había sido profesor adjunto de antropología en laUniversidad Nathan hasta el momento en que, hacía dos días, la Universidad Nathan dejó de existir, no era hombre que se horrorizara fácilmente. Ni con un gran esfuerzo de imaginación se habría podido calificar a Phelan de figura heroica. Era de escasa estatura y carácter apacible. No se hacía mirar, y él lo sabía. 
No es que ahora le preocupara su aspecto. Ahora mismo, en realidad, era incapaz desentir gran cosa. De una forma abstracta, sabía que dos días antes, en el espacio de una hora, la raza humana había sido destruida, a excepción de él y, en algún lugar... una mujer. Y éste era un hecho que no preocupaba en modo alguno a Walter Phelan. Probablemente jamás la había visto y no le preocupaba demasiado que jamás llegara a verla. 
Las mujeres no habían constituido un factor importante en lavida de Walter desde que Martha falleció un año y medio antes. No es que Martha hubiera sido una buena esposa... Era excesivamente dominante. Sí, había amado a Martha, de una forma profunda y tranquila. Ahora sólo tenía cuarenta años, y treinta y ocho cuando Martha falleció, pero la verdad es que desde entonces no había vuelto a pensar en las mujeres. Su vida fueron sus libros, los que habíaleído y los que había escrito. Ahora ya no tenía objeto seguir escribiendo libros, pero disponía del resto de su vida para leerlos. 

Realmente, tener compañía habría sido agradable, pero se las arreglaría sin ella. Quizá al cabo de un tiempo llegara a disfrutar la compañía de algún zan, aunque no le parecía probable. Sus pensamientos eran tan extraños y distintos de los suyos, que la posibilidad deencontrar un tema de conversación interesante para ambos resultaba muy improbable. Eran inteligentes en cierto aspecto, pero también lo eran las hormigas. Ningún hombre ha logrado comunicarse jamás con una hormiga. Sin saber por qué, pensaba en los zan como si fueran hormigas, unas súper hormigas, aunque no se parecieran a ellas, y tenía el presentimiento de que los zan consideraban a la razahumana tal como la raza humana consideraba a las hormigas vulgares. Lo que habían hecho con la Tierra era lo que los hombres hacían con los hormigueros, aunque lo hubieran hecho de un modo más eficiente. 
Pero le habían dado gran cantidad de libros. Fueron muy amables en eso, en cuanto él les dijo lo que quería. Y se lo dijo en el mismo momento de comprender que estaba destinado a pasar el resto desu vida en aquella habitación. El resto de su vida, o lo que los zan habían expresado con las palabras, pa-ra-siem-pre. 
Incluso una mente brillante, y los zan tenían una mente brillante, tenía sus peculiaridades. Los zan habían aprendido a hablar el idioma de la Tierra en cuestión de horas, pero se empeñaban en separar las sílabas. Sin embargo, estamos divagando. 
Sonó una llamada a la puerta. Ahora ya está todo explicado, a excepción de los puntos suspensivos, la elipsis, y yo me encargaré de completarlos y demostrarles que no fue nada horrible. 
Walter Phelan exclamó: «Adelante», y la puerta se abrió. Naturalmente, era un zan. Era exactamente igual que los demás zan; si había un medio de distinguirlos, Walter no lo había descubierto. Medía un metro y medio de altura y no se...
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