Hemos Perdido Un Paraíso

HEMOS PERDIDO UN PARAISO

Aunque soy todavía joven puedo recordar aquellos años, no muy lejanos, en los
que se podía vivir en lugares limpios y sanos, donde las personas esgrimían un
respeto yeducación impropios de nuestros días; donde la condición de ser vecinos o
conciudadanos suponía ser el epicentro de gratos y sinceros saludos cuando, por la
mañana cada uno se dirigía a sus quehacerescotidianos o regresaba de nuevo al
hogar al final de la jornada. Sí, porque entonces había hogares. La ciudad entera era
un hogar acogedor; las gentes más amables; las miradas más sinceras; lailusión más
a flor de piel. Los niños jugaban tranquilamente, en su casa o en la calle, a inocentes
juegos de infancia; los chicos adolescentes coqueteaban sanamente por conquistar el
amor de su amadacual caballero andante que desea ganarse la admiración de su
damisela; los mayores reunidos, en familia. Las gentes se cuidaban de sus casas y de
sus “cosas” y barrían sus portales con esmero pormantener curioso y limpio su
entorno más cercano, que tanto amaban. Y había trabajo para todos porque el que
valía, trabajaba, y el que no valía, trabajaba también pero en otra cosa. No había quiencausara molestia porque, si se daba cuenta, pedía perdón y dejaba de hacerlo. El
respeto por lo ajeno impedía causar el menor daño o deterioro y lo que hubiera, poco o
mucho, era compartido. Sí,verdaderamente era ese paraíso que siempre hemos
querido tener y en esa eterna búsqueda por hallar el jardín del Edén no nos dimos
cuenta de que ya lo teníamos, precisamente aquél que los desposeídos deotras
tierras andaban buscando y llegaban allende los mares en pos de la tierra prometida,
como siguen llegando aún hoy en día.
Sí. Hemos perdido un paraíso pero, ¿lo sabemos? ¿Acaso comprendemoshoy
que la tranquilidad y el silencio son un valor?; ¿acaso hemos descubierto que el
respeto abre las puertas a la convivencia y a la confianza?; ¿somos conscientes de
que la limpieza de las...