julia quinn









Julia Quinn



Por un Beso



II Epílogo




Argumento







¿Qué pasó con los diamantes?

Si han leído Por un beso y desean saberlo. No se pierdan esta encantador y apasionado epílogo, en el cual Gareth demuestra que algunas cosas mejoran con la edad, Hyacinth gana un nuevo respeto de su madre (con una hija como Isabella ella tenía que hacerlo, ¿o no?) ytodo el mundo aprende que mientras los diamantes son adorables, a veces la tenacidad es la mejor amiga de una chica.


Por Un Beso
Epílogo II


1847, y el círculo se había completado. Verdaderamente.
Hmmph.
Entonces, era oficial.
Se había convertido en su madre.
Hyacinth St. Clair luchaba contra el impulso de enterrar su rostro en sus manos, mientras estaba sentada en el bancoacojinado de Madame Langlois, Costurera, de lejos la modista más popular de Londres.
Contó hasta diez, en tres idiomas, y después, solo en buena medida, tragó saliva y exhaló. Porque, en realidad, no iba a perder su temperamento en público.
No importaba lo desesperadamente que quisiera estrangular a su hija.
—Mami. —Isabella asomó la cabeza detrás de la cortina. Hyacinth notó que la palabra había sidouna declaración, no una pregunta.
—¿Sí? —contestó, poniendo en su cara una expresión de tal plácida serenidad que hubiera podido calificar perfectamente para una de esas pinturas de la pietà, que había visto la última vez que habían viajado a Roma.
—El rosa no.
Hyacinth hizo un gesto con la mano. Cualquier cosa para abstenerse de hablar.
—El púrpura, tampoco.
—No creo haberte sugerido elpúrpura —murmuró Hyacinth.
—El azul no es el correcto, y tampoco el rojo, y francamente, no entiendo esa insistencia de la sociedad en tener que usar el blanco, y bueno, si pudiera expresar mi opinión…
Hyacinth se sentía deprimida. ¿Quién iba a creer que la maternidad podría ser tan agotadora? Y en realidad, ¿no se había acostumbrado a esto por ahora?
—…una chica realmente debería llevar el colorque más complemente su cutis y no el que algún tonto de Almacks con complejos de grandeza, juzgue esté a la moda.
—Estoy totalmente de acuerdo contigo —dijo Hyacinth.
—¿De verdad? —la cara de Isabella se iluminó, y Hyacinth contuvo claramente el aliento, porque parecerse tanto a su madre en ese momento era casi aterrador.
—Sí —dijo Hyacinth—, pero de todos modos deberías escoger algo blanco.—Pero…
—¡Sin peros!
—Pero…
—Isabella.
Isabella murmuró algo en italiano.
—Te escuché —dijo Hyacinth
Isabella sonrió, con una curva de labios tan dulce que solo su propia madre (ciertamente no su padre, quien libremente había admitido bailaba alrededor de su dedo) reconocería la maldad que había debajo.
—¿Pero acaso no lo entendiste? —preguntó ella, mientras parpadeaba tres veces en una sucesiónrápida.
Y porque Hyacinth sabía que podría ser atrapada por su mentira, rechinó los dientes y dijo la verdad:
—No.
—Había pensado que no —dijo Isabella—. Pero si estás interesada, lo que dije fue…
—No… —la interrumpió Hyacinth, obligándose a bajar el volumen de su voz; aterrada de si lo que Isabella le pudiera decir, le causara un arranque demasiado ruidoso. Se aclaró la garganta—. Ahora, no.No aquí —agregó significativamente—. Que Dios se apiadara de ella, su hija no tenía sentido de la propiedad. Ella tenía sus opiniones, y mientras Hyacinth había estado siempre a favor de las mujeres con opiniones, estaba incluso más a favor de las mujeres que sabían compartirlas.
Isabella salió de su vestidor, cubierta con un encantador vestido blanco con adornos de color verde salvia y Hyacinthsabía que ella iba a levantar la nariz y a sentarse a su lado en la banca.
—¿Por qué estabas murmurando? —preguntó ella.
—Yo no estaba murmurando —dijo Hyacinth.
—Tus labios se estaban moviendo.
—¿De veras?
—Sí —confirmó Isabella.
—Si insistes en saberlo, estaba enviándole una disculpa a tu abuela.
—¿A mi abuela Violet? —preguntó Isabella, mientras echaba una mirada alrededor—. ¿Está...