Klimt En El Jardín De Al Lado

Como un cuadro de Klimt.


Al sumergirse en el detalle descriptivo de la novela de Donoso -El jardín de al lado-, se hace apreciable la insistente alusión a las artes plásticas que el narrador utiliza para señalar su entorno; todo parece más bien despojado de su vigencia en la realidad para convertirse en formas, colores, encuadres y texturas; la sonrisa de Bijou es luminosa, el terciopelobeige de la gata Irina que hace juego con la alfombra, la piel de Gloria verde a la luz extraña de Marruecos.
Podría ser que detrás de esta reducción, que sufren las cosas, a una existencia exclusivamente estética, se pretende desarticular la confianza en el discurso testimonial, la certidumbre de presencia de las entidades. Como si quisiera decir que la realidad no se tratara de otra cosa que desus representaciones en vez de la realidad misma.
A partir, especialmente, del momento en que Julio Méndez descubre la existencia del jardín de al lado su mirada se empieza a acercar cada vez más a la contemplación de un cuadro; se va volviendo mucho más descriptivo que al principio, donde abunda el discurso directo y el ritmo de la narración parece avanzar más rápido al ir también explicando lascircunstancias de los otros personajes. Cuando Julio Méndez se asoma a la ventana y descubre la presencia del jardín de su vecino, una suerte de conde, y a la esposa de éste, una joven austriaca que se divierte con otros amigos en la piscina, emerge entonces la figura de Gustav Klimt (más de una vez) a través de la figura de esta condesita; “Algo abigarrado, audaz, multicolor, con placas de oro,que mi fantasía ve en ese tejido que es como inventado por Klimt (…)”[1].

No parece casual el hecho de que elija la escenografía de Klimt para las apariciones de la condesita austriaca, cuya nacionalidad por cierto es la misma del pintor (un elemento, pienso, que no tiene otra justificación particular más que ligar a ambos). La poética “Klimtiana” evoca, en contraposición a esa realidadangustiante de roles y compromisos que encierran al protagonista, una atemporalidad dorada donde mujeres soberanas, plácidas y desinhibidas que descansan en libertad de goce. Me atrevería a decir, incluso, que es la condesita y no al revés, la coartada para imponer el imaginario de Klimt en El jardín de al lado (a modo de palimpsesto).

Quiero referirme en primer lugar, para esta analogía entre lapintura de Klimt (o su etapa más reconocida) y esta novela, a la figura de la mujer. Como se mencionaba antes esta es más que una mera demostración erótica, las mujeres de Klimt se presentan abstraídas, fuera de la realidad, fuera también de toda historia y ornamento que pudiera explicarnos su desnudez. Son simplemente mujeres desinhibidas que parecen no ser conscientes de estar siendo observadas. Yeso es lo que convierte a la condesita en algo más que una mujer liberal; es una alegoría de ese mundo desconocido de la libertad que Julio anhela desde el otro lado de su ventana; no hay un diálogo entre ellos, ella vive para sí misma.

Lo notamos en dos reflexiones de Julio cuando ve por segunda vez a la vecina, acompañada de un grupo de amigos; todos exhibiéndose desinhibidos y campantes:“la plenitud sexual es directa, expresada, más que en insinuaciones o coqueteos, en una especie de elasticidado libertad de movimientos, que parece ponerlos en contacto instantáneo con todo lo que los rodea (…) no les falta ningún atributo de lo femenino o de lo masculino”[2] , “la anfitriona la imita (a la amiga que se despoja del bikini), se unen todos al baile, hombres y mujeres despojándose de susmínimos bañadores, bailando separados, frenéticos y desnudos”[3]. No es una cuestión de erotismo –lo es, pero no es lo principal-, es más, se aclara que bailan separados, con cierta intención de enfatizar más bien una emancipación de los sujetos frente a convenciones morales o sociales que algún tipo de incitación.

No tienen esas figuras femeninas la agresividad de otros desnudos -que...