La argumentación
El desarrollo de las prácticas democráticas impulsa muchas veces la enseñanza de la argumentación. Esto
se debe a que el conocimiento de los mecanismos argumentativos permite a los individuos defenderse de la
manipulación a la que tienden gran número de discursos sociales. A esto se agrega que la participación en distintas instancias de la vida pública, desde centros de estudiantes hasta el ejercicio parlamentario, exige el
dominio de estrategias verbales que hagan posible desplegar de manera convincente las ideas que se
desean proponer.
Los discursos argumentativos son aquellos que buscan persuadir a un destinatario a partir del
desarrollo razonado de las opiniones que en relación con un determinado campo, problema o individuo sustenta el enunciador, quien se manifiesta y confronta su opinión con la de los otros.
Esa confrontación de ideas se da por la condición dialógica del discurso argumentativo y se pone en
evidencia en el uso de concesiones, ironías y otras estrategias de refutación.
En su origen, los discursos argumentativos se vinculaban a tres prácticas sociales fundamentales de la antigua Grecia: la jurídica, la política y la conmemorativa. De allí que los tres géneros estudiados por la
Retórica de Aristóteles fueran el jurídico, el deliberativo y el epidíctico.
En la actualidad, los géneros discursivos argumentativos circulan en los distintos ámbitos sociales: en los
medios de comunicación, notas de opinión y editoriales entre otros; en espacios políticos desde los discursos electorales hasta en los ensayos; en el campo religioso, sermones, encíclicas, declaraciones de
autoridades; en la educación, fundamentación de un cambio curricular, discursos conmemorativos,
conferencias, etc.
En todos los casos, el desarrollo discursivo tiene en cuenta al destinatario, no solo para la selección de
los argumentos y del tipo de pruebas (testimonios, leyes, ejemplos históricos) sino también del peso relativo de lo racional y de lo emocional, del vocabulario e incluso de la extensión y de la entonación (si
fuera oral).
Y a pesar del aparente rigor conceptual que pueden adoptar, trabajan con un material afectado por
valoraciones sociales que inciden en la actividad interpretativa del receptor. Por otra parte se basan en premisas verosímiles, es decir, simplemente admisibles o susceptibles de ser admitidas por los
interlocutores, de allí que no tengan la prueba de una demostración matemática o lógica y que
las conclusiones a las que arriban puedan ser refutadas.
Finalmente es importante señalar, en estos discursos, la presencia del sujeto enunciador, quien construye
una imagen de sí como desea mostrarse, objetivo, apasionado, enérgico o tímido, y además emite juicios apreciativos sobre los acontecimientos o personajes a través de adjetivos valorativos y asigna o no
credibilidad a las opiniones de los otros.
Argumentar es “dar razones” con la intención de persuadir al destinatario apelando a los
sentimientos, o de convencerlo mediante razonamientos.
La estructura de la secuencia argumentativa incluye: 1 Un tema general o punto de partida que da origen al texto (circunstancias o pensamientos que
lo originan).
2 Una posición particular del autor, llamada hipótesis, proposición, opinión, tesis, perspectiva o
punto de vista. Es aquello de lo que se intenta persuadir o convencer. Puede plantearse en forma directa
(explícita) o desprenderse indirectamente (en forma implícita) de los argumentos desarrollados. En este último caso, es el destinatario quien deberá reconstruirla.
3 La demostración, es decir, una serie de argumentos particulares orientados a justificar el punto
de vista, es el cuerpo principal del trabajo argumentativo. Aquí se despliegan los distintos argumentos que
apuntalarán la tesis. La argumentación tiende a la construcción de un concepto nuevo. El sujeto se ...
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