La clave esta en rebeca (ken follett)

Páginas: 327 (81667 palabras) Publicado: 8 de noviembre de 2011
LA CLAVE ESTÁ EN REBECA

KEN FOLLETT

Nuestro espía de El Cairo es el más grande de todos los héroes. Erwin Rommel septiembre de 1942 (Citado por Anthony Cave Brown en Bodyguard ofLies)

PRIMERA PARTE TOBRUK
El último camello se desplomó a mediodía. Era el macho blanco de cinco años que había comprado en Gialo, la más joven y fuerte de las tres bestias y que no tenía tan mal genio.Quería al animal tanto como un hombre puede querer a un camello, lo que equivale a decir que solo lo odiaba un poco. Treparon a sotavento una colina pequeña, marcando -hombre y camello- grandes y torpes pisadas en la arena inestable. En la cima se detuvieron. Miraron adelante y solo vieron otra colina, y después de esa, mil más. Fue como si el camello hubiera perdido la esperanza. En primer lugar seplegaron sus patas delanteras; luego bajó los cuartos traseros, y así quedó, en lo alto de la colina, como un monumento mirando fijamente hacia el desierto vacío con la indiferencia de los moribundos. El hombre tiró de la rienda. La cabeza del camello se adelantó y el pescuezo se estiró, pero el animal no se puso en pie. El hombre se le acercó por detrás y, con todas sus fuerzas, le dio tres o cuatropuntapiés en las ancas. Finalmente, tomó un cuchillo beduino, curvo y de punta aguda, afilado como una navaja, y con él le hirió en la grupa. La sangre fluyó, pero el camello ni siquiera miró atrás. El hombre comprendió lo que ocurría. Los tejidos del cuerpo del animal, privados de todo alimento, simplemente habían dejado de funcionar, como una máquina que se ha quedado sin combustible. Habíavisto desplomarse camellos como este, en los alrededores de un oasis, rodeados de un follaje vivificante del que hacían caso omiso, carentes de energía para comer. Podía haber ensayado dos trucos más. Uno era verter agua en los ollares del animal, hasta que empezara a ahogarse. El otro consistía en encender fuego bajo sus cuartos traseros. Pero no podía desperdiciar agua para el primero, ni leña parael segundo, y, por otra parte, ninguno de los dos métodos ofrecía grandes posibilidades de éxito. De todos modos, era hora de detenerse. El sol estaba alto y ardía. Empezaba el largo verano del Sahara y la temperatura llegaría, a mediodía, a cuarenta y tres grados a la sombra. Sin descargar el camello, el hombre abrió una de sus bolsas y sacó su tienda. Miró de nuevo alrededor, mecánicamente: nohabía sombra ni cobijo a la vista; ningún lugar era peor que cualquier otro. Montó la tienda junto al camello moribundo, allí, en la cima de la colina. El hombre se sentó con las piernas cruzadas en la entrada de la tienda, para preparar el té. Alisó la arena en un cuadrado pequeño, colocó unas pocas y preciosas ramitas secas en forma de pirámide y encendió el fuego. Cuando el agua de la pequeñacaldera hirvió, preparó el té al estilo nómada, pasándolo de la tetera a la taza, agregándole azúcar, luego volviendo a echarlo en la tetera, y así varias veces. La infusión resultante, muy fuerte y bastante empalagosa, era la bebida más tonificante del mundo. Masticó algunos dátiles y contempló la muerte del camello mientras esperaba que el sol comenzara a declinar. Su calma era fruto de laexperiencia. Había hecho un largo viaje por aquel desierto, más de mil seiscientos kilómetros. Dos meses antes había partido de El Ágela, sobre la costa mediterránea de Libia, y viajado con rumbo sur recorriendo ochocientos kilómetros, vía Gialo y Kufra hacia el vacío corazón del Sahara. Luego había virado al este, cruzando la frontera de Egipto sin ser visto por hombre o animal alguno. Había atravesadoel páramo rocoso del desierto Occidental y seguido rumbo norte cerca de Kharga; ya no estaba lejos de su destino. Conocía el desierto pero lo temía. Todo hombre inteligente lo temía, incluso los nómadas, que pasaban allí toda su vida. Pero nunca permitió que el temor lo dominara y le hiciera caer presa del pánico, que agotaba las energías de su sistema nervioso. Siempre había catástrofes:...
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