la naturaleza

Páginas: 11 (2543 palabras) Publicado: 29 de julio de 2013
Gabriel García Márquez
(Aracata, Colombia 1928—)


LA PRODIGIOSA TARDE DE BALTAZAR
(Los funerales de la Mamá Grande, 1962)

LA JAULA ESTABA terminada. Baltazar la colgó en el alero, por la fuerza de la costumbre, y cuando acabó de almorzar ya se decía por todos lados que era la jaula más bella del mundo. Tanta gente vino a verla, que se for¬mó un tumulto frente a la casa, y Baltazar tuvoque descolgarla y cerrar la carpintería.
—Tienes que afeitarte —le dijo Úrsula, su mujer—. Pareces un capuchino.
—Es malo afeitarse después del almuerzo —dijo Baltazar.
Tenía una barba de dos semanas, un ca¬bello corto, duro y parado como las crines de un mulo, y una expresión general de mucha¬cho Pero era una expresión falsa. En febrero había cumplido 30 años, vivía con Úrsula desde hacíacuatro, sin casarse y sin tener hijos, y la vida le había dado muchos motivos para estar alerta, pero ninguno para estar asustado. Ni siquiera sabía que para al¬gunas personas, la jaula que acababa de hacer era la más bella del mundo. Para él, acostum¬brado a hacer jaulas desde niño, aquél había sido apenas un trabajo más arduo que los otros.
—Entonces repósate un rato —dijo la mu¬jer—. Con esa barbano puedes presentarte en ninguna parte.
Mientras reposaba tuvo que abandonar la hamaca varías veces para mostrar la jaula a los vecinos. Úrsula no le había prestado aten¬ción hasta entonces. Estaba disgustada por¬que su marido había descuidado el trabajo de la carpintería para dedicarse por entero a la jaula, y durante dos semanas había dormido mal, dando tumbos y hablando disparates, y no habíavuelto a pensar en afeitarse. Pero el disgusto se disipó ante la jaula terminada. Cuando Baltazar despertó de la siesta, ella le había planchado los pantalones y una camisa, los había puesto en un asiento junto a la ha¬maca, y había llevado la jaula a la mesa del comedor. La contemplaba en silencio.
—¿Cuánto vas a cobrar? —preguntó.
—No sé —contestó Baltazar—. Voy a pedir treinta pesos para versí me dan veinte.
—Pide cincuenta —dijo Úrsula—. Te has trasnochado mucho en estos quince días. Ade¬más, es bien grande. Creo que es la jaula más grande que he visto en mi vida.
Baltazar empezó a afeitarse.
—¿Crees que me darán los cincuenta pe¬sos?
—Eso no es nada para don Chepe Mon¬tíel, y la jaula los vale —dijo Úrsula—. De¬bías pedir sesenta.
La casa yacía en una penumbra sofocante. Erala primera semana de abril y el calor pa¬recía menos soportable por el pito de las chi¬charras. Cuando acabó de vestirse, Baltazar abrió la puerta del patio para refrescar la casa, y un grupo de niños entró en el co¬medor.
La noticia se había extendido. El doctor Octavio Gíraldo, un médico viejo, contento de la vida pero cansado de la profesión, pen¬saba en la jaula de Baltazar mientras almor¬zabacon su esposa inválida. En la terraza interior donde ponían la mesa en los días de calor, había muchas macetas con flores y dos jaulas con canarios. A su esposa le gus¬taban los pájaros, y le gustaban tanto que odíaba a los gatos porque eran capaces de corriérselos. Pensando en ella, el doctor Gi¬raldo fue esa tarde a visitar a un enfermo, y al regreso pasó por la casa de Baltazar a co¬nocer lajaula.
Había mucha gente en el comedor. Puesta en exhibición sobre la mesa, la enorme cú¬pula de alambre con tres pisos interiores, con pasadizos y compartimientos especiales para comer y dormir, y trapecios en el espacio re¬servado al recreo de los pájaros, parecía el modelo reducido de una gigantesca fábrica de hielo. El médico la examinó cuidadosa¬mente, sin tocarla, pensando que en efectoaquella jaula era superior a su propio pres¬tigio, y mucho más bella de lo que había so¬ñado jamás para su mujer.
—Esto es una aventura de la imaginación —dijo. Buscó a Baltazar en el grupo, y agre¬gó, fijos en él sus ojos maternales—: Hubie¬ras sido un extraordinario arquitecto.
Baltazar se ruborizó.
—Gracias —dijo.
—Es verdad —dijo el médico. Tenía una gordura lisa y tierna como la de una...
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