La Piel Del Otro Elsa Bornemann

Páginas: 7 (1733 palabras) Publicado: 22 de marzo de 2016
////////Transcribido de libro a bloc de notas.



Lo mat� dos veces.
Yo, Telken, confieso que asesin� dos veces a la misma persona. La culp� me tortura, pero s� que nadie va a creerme, por eso elijo este medio de la escritura para contar mi padecimiento.
Aunque no mereza piedad, espero cierta compresi�n de parte de quienquiera que lea este mensaje. Le pido que trate de ponerse dentro demi piel imaginariamente -siquiera- durante los minutos que le insuma la lectura del mismo.
La piel del otro...
.
. A m� no me import� nada, menos que nada, lo de Rom�n, cuando lo empuj� desde los acantilados hacie el mar, aquella tarde en que estaba tan picado.
Cay� desde una altura aproximada a los setenta metros.
Lo vi sumergirse entre el oleaje y desaparecer.
No falseo los hechos alasegurar que Rom�n era mi mejor amigo, el que yo m�s quer�a, un hermano por elecci�n. Con �l compart�amos el mismo gusto por la pesca, por los libros de ciencia-ficci�n, por el tenis, por la m�sica, por las pel�culas de suspenso, por el pueblito marinero al que sol�amos ir con nuestrar familias, no s�lo durante el verano sino en cuanta oportunidad se presentara propicia a lo largo del a�o.
Y Rom�na�n estar�a vivo si no hubi�ramos sido tan parecidos.
No pude soportar lo que me cont�, momentos antes de que yo decidiera matarlo. No. La indignaci�n me nubl� el razonamiento. No alcanc� a enternder que �l estaba sufriendo por la misma causa que yo, a pesar de que los motivos fueran distintos.
No me puse en su piel como ahora te pido que lo hagas en la m�a.
Escuch� como distra�do lo queRom�n me relataba. Sin embargo, cada una de sus palabras fueron como los cuchillos de un artista de circo. De �sos que arrojan contra una madera sobre la que otro compa�ero de n�mero est� apoyado de espaldas, con los brazos en cruz y la firme esperanza de que el pulso del lanzador no va a fallar y que el aplauso del p�blico premiar� a los dos en cuanto el peligroso show concluya y todos comprueben lapricia del primero y la valent�a del segundo. La silueta de �ste habr� quedado perefectamente demarcada en el panel,sin que ning�n cuchillo le haya rozado un pelo.
Las palabras de R�man fueron como esos chuchillos -te dec�a- pero cada una se clav� en mi coraz�n.
Sus filos lo desgarraron por completo, aunque era consiente de dar�arme y de que de haber advertido el loco dolor que iba a orginar enmi nunca las habria pronunciado.
Entonces sent� -por �nica vez- que nos diferenciabamos, que no �ramos las almas gemelas que pens�bamos La de Rom�n era noble. La mia no.
Y para espanto de ambos, yo acababa de darme cuenta.
No puedo olvidar la expresi�n de su rostro cuando -de repente- me incorpore de la lona en la que est�bamos tendidos despu�s de pescar yo agarr�ndolo por el cuello con lafuerza que me permit�a toda mi callada furia, lo obligu� a levantarse tambi�n.
Lo sorpresivo y absurdo de mi ataque le impidio defenderse.
Casi a rastras, lo llev� hasta el borde de las rocas.
Grit� mi nombre mientras se despe�aba, tras el violento empell�n que le di.
Permanec� aturdido, confuso, hasta que el sol empez� a hundirse en las aguas como mi amigo.
Ya de vuelta en el pueblito,nadie dud� de mi versi�n acerca de la tragedia que hab�a enlutado brutalmente a su familia... a la m�a... y sobre todo... a m�... testigo del instante que "tropez� con las rocas y resbal� al mar... Lo vi desde lejos...
No pude hacer nada para salvarlo", dije.
Los hombres-rana que recuperaron su cadaver despu�s de una denodada b�squeda, confirmaron mi declaraci�n: Rom�n se hab�a denucado aldesbarrancarse. No habia muerto ahogado. Ya lo estaba antes de perderse entre el oleaje.
Yo, de algun modo, me mor� con �l, porque no puede denominarse "vida" la m�a desde esa �poca.
Transcurrieron once a�os a partir de aquella tarde en que los dos disfrut�bamos de los incipientes trece... Y a lo largo de diez, de tres mil seiscientos cincuenta y dos d�aas... no dej� de recordarlo durante cada...
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