la presencia

Transcurrían las 12:04 del medio día y yo me preparaba para la escuela, el momento era soleado y la luz brillaba sobre el asfalto mojado herido de la lluvia de la noche anterior, aunque el brillo era suave, el solo hecho de mirar por la ventana me enceguecía de inmediato, la ciudad se presentaba cruelmente hermosa y yo no sabía digerir la luz natural tanto como la artificial, de las velas, delas lámparas, de los televisores. Los muchachos más jóvenes que yo corrían recién la escuela habría sus enormes puertas de fique y de metal, parecían reclusos que nunca habían pisado la libertad por la expresión de sus rostros.
Y en sí la estructura de aquella escuela era más coherente con un modelo carcelario que con uno educativo, grandes muros de hasta 80 cms de espesor y 2.30 metros de alto,adornados en su cúspide con un alambre de púas viejo y oxidado que daba la impresión de llevar más de una década allí vigilante sobre las cabezas inocentes de los niños. Las paredes, descoloridas por el paso incesante de los años daban un aspecto triste y malhumorado, los grafittis y los nombres escritos en un alfabeto más bien indescifrable, le daban un aspecto de podredumbre y de barrio más acordecon un jamrock, comuna o simplemente guetto.
Aunque aquella escuela era vieja y condenaba con su aspecto a la tristeza desconsolante, la sonrisa de los niños de aquella vieja construcción era un acto de resistencia contra la estructura de la vigilancia y en fin, contra la estructura de la esclavitud. Sus rostros brillaban igual que la calle y sus pequeñas morfologías los hacían lucir comohormigas desde el balcón del tercer piso de mi casa.
Después de mi análisis estructural de la escuela de aquel pequeño barrio en mi enorme ciudad, me disponía a viajar cerca de 1 hora hasta mi lugar de adquisición de conocimientos. En el día pasaba el tiempo mirando al lago del pequeño cuartel llamado universidad y entre clase y clase solo esperaba el momento para salir y ver la tarde besarse con lanoche.
En mi regreso a casa veía a la ciudad como una enorme tortuga con una gran carga, sus casas, sus callejuelas, sus ríos contaminados y sus besos a oscuras con la modernidad eran simbolo de que la ciudad se movía a un paso lento y arrastraba al pasado en su desesperado intento de coronar el presente. La ciudad se veía enferma, estreñida por los enormes aglomeramientos de automóviles en las horasmás críticas de la ciudad, entre las 6 y las 8 de la noche la ciudad no se veía dinámica y alegre sino congestionada y pálida, casi descolorida. Habría que conseguir un gran medico para generar un diagnostico de la ciudad, espero no sea demasiado tarde para ver que la ciudad muere lentamente y con ella, sus matices y sus formas, grandes rectángulos que se imponen hacia el cielo.
El diagnosticoque yo, como médico de la enfermedad mortal le doy es muerte progresiva con un grado de dolor incalculable, sus calles duelen, sus carreteras duelen. Sus montañas, testigos oculares del maltrato del hombre a la gran madre no hacen más que observar y de cuando en vez castigar con horrendas lluvias o con fuertes vientos. Pero allí en las montañas, la modernidad también golpea con fuerza y estaadvertida de que será demolida para el consorcio n°6 de las torres de apartamentos más lujosos de la ciudad, más grandes y más amoblados. Ellas solo esperan impacientes su momento de protagonismo, donde puedan alojar a la bestia más inocente pero más cruel que ha pisado la tierra. El hombre ama la naturaleza a pesar de lo que le hizo.
En mi afán de llegar a casa me cruzo con un acelerado motociclista quesabe más de crianza de patos pekineses que de leyes y señales viales, se ha pasado una señal de “no pase” y casi hace de mi un cuerpo abollado y sangrado en medio de la calle. Afortunadamente mis instintos me han abandonado y he usado un aire de razón en esperar que el sujeto en cuestión pase la calle con una velocidad casi imperceptible.
Maldigo en silencio al sujeto con mi mirada desafiante...