La Soledad De Un Inglés

LA SOLEDAD DE UN INGLES

Cecil estaba tumbado junto a mí en la grama, estábamos saboreando los pequeños tubérculos que arrancábamos a la hierba, un domingo de agosto en un pequeño parque a las orillas del río Hudson. Hablábamos de Joseph Conrad, del sentido de la aventura que no es muy frecuente en los autores modernos. –“Nuestra aventura es otra.”- dijo Cecil. Era un hombrelánguido, blanco, de cejas transparentes y cuello rosado, frágil, cauto, mesurado: un inglés como muchos otros. Pero había algo de particular en su actitud: era severo en sus expresiones, cuestionaba el orden con una rebeldía apagada, y era honesto con su posición desesperanzada respecto al futuro de la humanidad. Sobrio hasta en su borrachera, daba la impresión de alguien que estaba en la búsqueda dealgo que le dé sentido a su existencia, de algo que le autentifique como persona, que le rescate de su condición de pobre diablo crecido en los suburbios de Litchfield, sin más futuro que una fábrica de ensamblaje, en la que enfrentaba una vida como la de su padre, un soldado desconocido que sobrevivió a la guerra por su actitud servil y que llegó a ser capataz en esa fábrica hasta el día de sumuerte. Como todo buen inglés, era un muy mal cocinero y su sentido del humor era más seco que una servilleta de papel.
Con un inglés, la amistad se logra tras un largo y laborioso proceso; muchas veces se necesita de toda la vida para hacerse amigo suyo. Pero yo soy latinoamericano, y como muchos de ellos, un aventurero, un temerario; nos adaptamos fácilmente y hacemos amigos con una rapidezsorprendente; somos inmejorables en las relaciones superficiales, donde arriesgamos poco y no nos comprometemos con nada. Con un inglés se puede mantener una conversación, pero resulta difícil que sea íntima y llega un momento en que uno, pletórico de facultades, hijo de la cordillera, de la jungla, de los mares profundos y de las islas, encuentra muy poco nutritivo hablar con un inglés. Junto aellos uno siente la necesidad de hacer amigos, crearse enemigos, dormir con la mujer del prójimo, mirar más allá de nuestros límites, emborracharse, desconectar el piloto automático por una noche y dejar que la razón gatee en cuatro patas como un animal malherido: dejar de pensar en seguros de vida o de enfermedad, en pensiones de vejez y en todos esos vendajes del espíritu que le van convirtiendo auno, poco a poco, en una momia, o en alguien parecido a un inglés.
Pero Cecil era un buen escritor; quizás esa era la aventura de la que hablaba, tal vez era la tabla de salvación de la que se asía para rescatarse a sí mismo de un mundo casi de plomo. Tenía esa maestría en la prosa que llevaba inevitablemente a la forma última de la expresión: la maestría de la vida; en ese terreno uno seencuentra absolutamente solo, cara a cara con los elementos mismos de la creación. Cecil era un creador, pero sobre todo, era un ser humano que creía que el arte, como la religión, eran solamente una preparación, una iniciación de la auténtica manera de vivir. Creía que la meta era la liberación, la libertad; dicho de otro modo: la atribución de una responsabilidad más grande. Seguir escribiendo unavez que se ha realizado uno mismo, le parecía fútil y estéril. Era un creador que negaba, en el fondo, la utilidad del ser respecto a la creación. Se sentía un fusible entre aquellas fuerzas cósmicas que mantienen en armonía el universo y los átomos, sólo eso, sin ninguna otra función que la de un médium; el ego estaba ausente y su vida transcurría, meticulosa, desde el uranio hacia el plomo. Cecilera como un dios deprimido, que sin embargo no tiene otra opción que la de seguir creando.
Yo, por mi parte, era un aventurero y buscaba algo que de alguna forma le otorgara sentido a mi ser y a la que se añadía el deseo vehemente de servir al mundo de la mejor manera posible. Muchas veces, al escribir, miraba por encima del hombro, más allá de la tumba; era más sensible a las reacciones de...