leyendas de chuquisaca

Páginas: 7 (1704 palabras) Publicado: 7 de marzo de 2015
Rumihuacachi
Alberto Ostria Gutiérrez
Cuando nació, la llamaron Sumaj-tica (Flor hermosa) porque era bella como una florecilla mañanera.
Después en la ranchería, fue la envidia de las mujeres, y muchos hombres enloquecieron por ella. Pero Sumaj-tica no quería a ningún hombre. Para ella sólo existían su madre, sus perros, las cabritas del rebaño... Lo demás, nada le importaba.
Sin embargo devivir así Sumaj-tica, —sin hacer nunca daño a nadie, con su madre, sus perros y sus cabritas—, el día en que el ejército de los godos pasó por la ranchería, se acabó todo para ella. Sin explicaciones, rudamente, brutalmente, unos cuantos soldados la arrancaron de los brazos de su madre. Entonces comenzó su martirio. Abusaron de ella los soldados. Quedó la piel de su cuerpo y de su cara manchada porlos besos y los mordiscos. Fue de muchos, fue de todos los soldados.
Desde aquel día, Sumaj-tica tuvo que vivir con sus verdugos y, lo que era peor, seguir siendo de todos. Porque eso sí ella a nadie prefería ni nadie la prefería a ella. Besaba cuando así se lo ordenaban, cuando a los soldados les venía en gana. A ella le parecía que el cuerpo que entregaba no era su cuerpo, y dejaba a los soldadosque hicieran con ella lo que quisieran. Mientras tanto, su pensamiento huía lejos, muy lejos, hacia el rancho donde quedaron su madre, sus perros, sus cabritas...
Había otra indiecita que, lo mismo que Sumaj-tica dormía con la tropa. Entre ellas no se hablaban nunca. No podían hablarse. De sólo, mirarse las sofocaba ya el llanto. Cerrada la noche, algunos soldados se arrastraban hasta el sitio enque dormían las dos.
Cierto día, la indiecita aquella amaneció muerta. Había tosido mucho durante la noche anterior, sin que a nadie inquietara su tos. Al mediodía, dos soldados, arrojaron el cadáver a un barranco. Viéndola desaparecer, Sumaj-tica no lloró siquiera, temerosa de que la vieran llorar.
Muchas veces sintió Sumaj-tica la tentación de huir. Pero era inútil pretenderlo. No podía. Notenía coraje. Se sentía sin voluntad, decaída, enferma. Ella misma se comparaba a esas florecillas de la pampa que, sin fuerza para cerrar sus corolas, dejan que el huracán les arranque sus pétalos uno a uno.
En tanto, los indios de la ranchería hablaban de ello con odio y con desprecio. La creían mala viciosa, traidora. ¿Cómo iban a saber los pobres indios lo que sufría Sumaj-tica?
Muy pronto el dolorcomenzó a dejar sus huellas en el rostro de Sumaj-tica. Hundiéronsele los ojos. Una lividez cadavérica borró el carmín de sus mejillas. Manchósele la piel como la corteza de un árbol enfermo. Su cuerpo se deformó también, enflaquecido, semidoblado, reducido al esqueleto que se dibujaba atrevidamente, destacando las costillas y, sobre el pecho, el derrumbe de los senos arrugados como frutos secos.—Ya así destrozada, fea, repugnante—, no fue extraño que, fácilmente como se había mostrado antes al primer deseo, manoseada de todos, sumisa a cualquier orden, acabara hastiando a los soldados.
Y cuando posteriormente Sumaj-tica dejó de servir para lo que había servido, los godos la abandonaron al borde de un camino, en un paraje solitario, muy lejos del lugar en que se encontraba su ranchería.Rudamente, sin compasión, le ordenaron que se quedara allí. Obedeció ella en silencio, con la humildad de siempre. Ni una queja subió hasta sus labios. Esperó que la tropa se perdiera en un recodo del camino. Y entonces pensó por un momento en su madre, en sus perros, en sus cabritas. Pero comprendió que no tendría el valor suficiente para llegar hasta su rancho. Además, ¿con qué objeto?Probablemente, no quedaban vivos ni su madre, ni sus perros, ni sus cabritas. Quizás ni su rancho existía ya. ¡Era tan fácil que en los años lluviosos se derrumbaran los ranchos cuando nadie los cuidaba!...
Para no morirse de hambre, Sumaj-tica se encaminó hacia una ranchería que se adivinaba a lo lejos, una ranchería cuyos habitantes ella no conocía. Allí pidió limosna tímidamente, hurañamente, como...
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