Leyendas
En ella apareció un hombrealto y viejo, nítidamente afeitado para salvar un largo bigote blanco, y vestido de negro de la cabeza a los pies, sin ninguna mancha de color en ninguna parte. Tenía en la mano una lámpara de plataantigua, en la que la llama se quemaba sin globo ni protección de ninguna clase, lanzando largas sombras temblorosas al fluctuar por la corriente de la puerta abierta.
El anciano me hizo un gesto consu mano derecha con un gesto cortés y hablando en excelente Inglés, pero con una entonación extraña.
"Bienvenido a mi casa! Introduce libertad y por su propia voluntad!"
No hizo ningún movimientopara acercárseme, sino que se quedó como una estatua, como si su gesto de bienvenida lo hubiese fijado en piedra.
En el momento, sin embargo, de que había pasado el umbral, dio un paso impulsivamentehacia adelante y, extendiendo la mano, sujetó la mía con una fuerza que me hizo retroceder, un efecto que no fue aminorado por el hecho de que parecía fría como el hielo, más como la mano de un muertoque un vivo.
Una vez más, dijo.
"Bienvenido a mi casa! Introduce libremente. Vaya con seguridad, y deje algo de la alegría que trae consigo" La fuerza del apretón de manos era tan parecida a la queyo había notado en el cochero, cuyo rostro no había visto, que por un momento dudé si no fuera la misma persona a quien le estaba hablando.
Así que para asegurarse, le pregunté, "Conde Drácula?" Seinclinó cortésmente al responderme: "Yo soy Drácula, y te la bienvenida, señor Harker, en mi casa. Entra, el aire de la noche está frío, y seguramente usted necesita comer y descansar." Mientras...
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