Libro

Páginas: 231 (57733 palabras) Publicado: 10 de junio de 2012
JUAN JOSÉ MILLÁS

El orden alfabético













































Titulo: El orden alfabético
©1998, Juan José Millás
© Santillana Ediciones Generales, S.L.
© De esta edición: mayo 2000, Suma de Letras, S.L.
Barquillo, 21. 28004 Madrid (España) www.puntodelectura.com

ISBN: 84-95501-12-0Depósito legal: B-34.934-2002
Impreso en España - Printed in Spain

Portada: BRUMA
Diseño de colección: Ignacio Ballesteros

Impreso por Litografía Rosés, S.A.

Segunda edición: octubre 2000
Tercera edición: agosto 2002

Todos los derechos reservados. Esta publicación
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de la editorial.









JUAN JOSÉ MILLÁS

El orden alfabético










Para Alejandro y Juan, reales como la fantasía,fantásticos como la realidad.




















Primera parte



















En casa había una enciclopedia de la que mi padre hablaba como de un país remoto, por cuyas páginas te podías perder igual que por entre las calles de una ciudad desconocida. Tenía más de cien tomos que ocupaban una pared entera del salón. Era imposible no verla, ni tocarla. Yomismo, por aburrimiento, abría a veces uno de aquellos libros desmesurados, de tapas negras, y leía lo primero que me salía al paso con la esperanza de encontrar un callejón oscuro, pero sólo veía palabras pequeñas que desfilaban por la página con la monotonía de una hilera de hormigas infinita. Mi padre estaba obsesionado con la enciclopedia y con el inglés. Cuando decía que iba a estudiar inglés,era que en casa estaba a punto de suceder una catástrofe que no tenía nada que ver con los idiomas.
En aquella época yo tenía un talismán que me ayudaba a conseguir cosas; se trataba de un zapato minúsculo, de piel, que pertenecía a un hermano mío que no llegó a nacer: un aborto. Cuando el embarazo se malogró, mis padres se deshicieron de las ropas que habían comprado anticipadamente para él,pero yo conseguí rescatar aquel zapato que tenía el tamaño de un dedal. Un día papá me lo quitó muy irritado y lo arrojó a la basura.
—Ya no tienes edad —dijo— de creer en talismanes.
—¿Y por qué tú sí puedes creer en el inglés?
No me respondió, pero cambió de expresión, como si le hubiese descubierto un secreto indeseable. A mí, como venganza, me dejaron de interesar por completolos volúmenes oscuros de la enciclopedia, y entonces él aseguró que el día menos pensado, si persistía en no leer, los libros saldrían volando de casa, como pájaros, y nos quedaríamos todos sin palabras. Algunas noches, al meterme en la cama, intentaba imaginar un mundo sin palabras; suponía que habíamos comenzado a perderlas por orden alfabético y que de la A sólo nos quedaban de asesino enadelante, así que no teníamos aire ni abejas ni abogados ni abreviaturas ni aceros ni acicates ni ancianos. Los acicates me daban lo mismo, porque no sabía lo que eran; lo malo es que también habíamos perdido el alumbrado, las algas y los Alpes, además de Argentina y América. Una catástrofe natural, en fin, cuyo responsable era yo.
Si me dormía con estas imágenes, despertaba al poco huyendo de lapesadilla de haberme quedado mudo, que en el sueño constituía la forma más perturbadora de estar ciego. Así que empecé a vigilar la enciclopedia y el resto de los libros de la casa como si fueran enemigos. Y ellos, desde su opacidad, me acechaban también con algo de rencor, culpándome por anticipado de aquel desastre ecológico comparable al de la desaparición de variedades zoológicas. De manera...
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