linea del tiempo
Su estilo patriarcal de gobernar cubría con su manto protector a ricos y pobres, o al menos ésa era la percepción que flotaba en el aire. Baste ver lacantidad y el tono de la correspondencia que llegaba al escritorio del omnímodo presidente, proveniente de los rincones más apartados del territorio, para saber que Díaz era para muchos más que un simple serhumano: “Dios de la justicia”, “Padre de los desamparados” y un sinfín de cosas más por el estilo, en pluma lo mismo de letrados o ignorantes, que de pudientes o desamparados.
Sorprende ver, porejemplo, que al acercarse el 2 de abril –fecha memorable en los años de la invasión francesa, en la que Díaz se coronó de gloria– recibía decenas de cartas solicitando la intervención del Único (sic)hombre capaz de emitir el indulto para que los reos “injustamente” apresados en las cárceles fueran liberados. Como si se tratara del cumpleaños de un rey, era el momento de pedir su intervención,su gracia divina.
Porfirio Díaz era dueño de una sólida imagen formada a lo largo de décadas en el poder. Su leyenda cruzó fronteras y más de un gobernante extranjero le reconoció su altura de estadista.México ocupaba un modesto pero notable lugar en el concierto de las naciones. Al comenzar el siglo XX, nada hacía pensar a Díaz que las cosas debieran ser diferentes: estaba probado que la dictadura erabenéfica y que su papel histórico lo reclamaba en la silla presidencial por todo el tiempo que fuera necesario.
Pero, como reza el refrán popular. “no son lo mismo los tres mosqueteros que 30...
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