Los rostros de Narciso

Los rostros de
Narciso
C É S A R S I LVA S A N T I S T E B A N

Es probable que ocurran cosas improbables.
Aristóteles, Poética.

El descubrimiento de un relato

M

uchos años atrás, acaso en el otoño de 1999, una profesora de
arte me hablaba con entusiasmo de las narraciones de Julio Ramón Ribeyro, un autor cuya obra no había despertado mi interés hasta
esa fecha. Fue más unmonólogo que una plática, y ella, sin duda, acabó por cansarse de mi ignorancia sobre el tema. Ya casi eran las tres de
la tarde, teníamos hambre y no tardamos en dar con un restaurante para comer algo. Mientras esperábamos los platos, aquella amiga sacó de
pronto unas fotocopias arrugadas y dijo: “¿Quieres oír un cuento fantástico?”. Y sin esperar respuesta, de inmediato, inició la narración.
Pocoa poco, para mi sorpresa, me vi atrapado en el laberinto de la
historia. A medio camino pensé que ésta había sido redactada por un
europeo, o por alguien que se había educado en las tradiciones literarias de Europa y Norteamérica a lo largo del siglo xix. Estaba escrita
en primera persona y fingía la voz de un pintor inglés, un inglés casi arquetípico, dominado por esa ironía británica que, enlos mejores textos de Brönte, Austen o De Quincey, por ejemplo, también suele estar
propensa a los temblores del sentimentalismo y la pasión. En fin, ese
pintor inglés se veía atrapado por los efectos desgraciadamente reales
de una hipótesis en apariencia irreal: en un momento de su vida se persuade de la verosimilitud de un sosías, de alguien idéntico a él, e infie-

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re, conefervescencia, con testarudez, con irritación, que en las antípodas de Londres ha de habitar su doble.
Yo estaba del todo equivocado respecto de los orígenes del autor,
desde luego. En aquellos momentos, si no me hubiera percatado de
los signos contemporáneos de la historia (un ómnibus, un avión, un
conmutador de luz, etcétera), hubiera dicho que estaba oyendo la voz
de un escritor de fines del sigloxviii, o acaso decimonónico. Quizá
porque sentí una impronta de byronismo en las vísceras del relato (es
decir, esa suma de características que tal vez podemos identificar como byronismo: inquietud perpetua, lastimosas interrogantes sin respuesta, agobio que llega con frecuencia a la desesperación, acidia, egocentrismo que tiende a descaminarse en el narcisismo, deseo de soledad acompañado de undesprecio por lo social o colectivo, actitud hostil hacia la opinión común y los prejuicios morales, y reivindicación de
una irrestricta libertad). A todo esto, tal vez convenga mencionar, de
paso, el naufragio de la razón clásica como instrumento para explicar
la totalidad de los fenómenos del mundo, y el protagonismo del yo como valor supremo, dos de los acicates más visibles de lapropagación
desenfrenada del romanticismo en los inicios del siglo xix.
Entendí, pues, que este temperamento romántico acaso era la estirpe subliminal de aquel cuento titulado «Doblaje» (Cuentos de circunstancias, 1958), no obstante que su inesperado creador era un afable peruano de la segunda mitad del siglo xx: Julio Ramón Ribeyro. Pero,
¿de dónde brotaba ese halo de romanticismo tardío en «Doblaje»?La
respuesta la siento titubeante pero no se me ocurre otra: emergía del
comportamiento del personaje principal, que gravita y piensa alrededor de una ética de individualismo a ultranza y fe en los sentidos, reverso de la ética de humor clásico donde predomina el orden colectivo
y el canon social, o del humor posmoderno que exhibe una visceral
desconfianza frente a la verdad.

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Lapropagación de lo fantástico
Quizá lo fantástico sea uno de esos «signo-símbolo» triangulares de
que hablaba Charles Peirce (por ejemplo, en «Nomenclature and Divisions of Triadic Relations, as Far as They Are Determined», Collected
Papers, vol. 2, 1932). Un proceso cuyo significado angular surge eventualmente de la interacción de los otros dos ángulos que completan esta tríada: lo insólito y lo...