Lovaina
El aire es pesado en la zona norte de la ciudad, más o menos cerca al Museo- Cementerio San Pedro, espacio donde predominan las bocinas de buses y busetas de Prado, Moravia,Manrique, Boyacá las Brisas, Trans Medellín, etc., con conductores que tienen que cumplir con una ruta por lo que siempre están de afán y que se estresan por algún peatón atravesado que losobliga a reducir la velocidad o a aguantarse un semáforo en rojo.
Justo detrás de este cementerio lúgubre en donde se encuentran los restos de personajes célebres y al que muchos temen, respetan yquieren; se encuentra el barrio Lovaina, -también cuenta con una calle del mismo nombre- que hoy está constituido por lavaderos de carros y talleres mecánicos multiplicados y esparcidos por las 20manzanas a la redonda que pertenecen a este territorio.
Factores que poco a poco me iban afectando, así por ciertos espacios sentía grasa en mi ropa pero siempre con la sensación de inseguridad ydesespero a pesar de que mi abuelo estaba ahí conmigo acompañándome.
Y según lo escuchado y comentado por muchos veteranos de este lugar y la historia de la ciudad lo que yo pude conocer distaenormemente de la realidad de los años 50, pues en esa época y en palabras agraciadas Lovaina era la versión criolla de los salones mundanos, del país bohemio y de las putas más elegantes, talentosas y carasde la ciudad.
Llena de inquietudes y ansiosa por los comentarios escuchados, comencé a caminar, encomendada al Señor, en busca de testimonios o de historias que me pintaran mejor el paisaje deun barrio que siempre ha gozado de una ubicación geográfica perfecta, que fue importante para la ciudad -aún sin querer darle un clasificación de buena o mala- pero que hoy muchos sólo pasan por ahíy lo miran desde las ventanas o rampas de la estación Hospital del Metro y de los buses integrados del Metroplús.
Así encontré a doña Analida Fernández- una mujer delgada, de ojos negros que a...
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