Madre No Quise Fallarte

¡MADRE... NO QUISE FALLARTE!
AUTOR: CÉSAR A. FERREYRA SUCLLA
“Ningún docente, puede cometer errores en la formación de los estudiantes…porque estos son imborrables”
¡Alumnos! Hoy trataremos de resolver el teorema de Pitágoras. El cuadrado de la hipotenusa es igual a… ¡Ahora en la pizarra! Aquí trazamos un triángulo rectángulo, para eso he traído como siempre mis escuadras de madera, quecargo para todos lados…
Sentado en la primera carpeta de la primera columna de la izquierda, pegado a la pared, con mi bloc sobre el tablero, escuchaba con bastante atención. En honor a la verdad confieso que esta clase de matemática como todas las demás, estaba interesante. El aula envuelta en un silencio total; sólo se escuchaba la voz ni aguda ni grave del docente.
Nimio Dela Cruz, que así sellamaba un conocido profesor de matemática; a decir verdad no sé de donde había llegado a la Tierra del Sol Eterno, la cosa es que trabajaba en el Alma Máter de nuestra ciudad. Diríase que era alto de talla, algo subido de peso, pelo hirsuto peinado hacia atrás, trinchudos bigotes, dechado en el vestir, es decir elegante y circunspecto, calculo que bordearía los cuarenta años.
¡San Luis Gonzaga! Enhomenaje a ese joven santo dedicado a ayudar precisamente a los adolescentes necesitados de su comunidad, hasta que contrajo por contagio cierta enfermedad incurable, es el nombre de la Institución Educativa Emblemática de Ica, fundada por los religiosos jesuitas hace más de doscientos sesenta y seis años, es sin duda alguna la institución más significativa no sólo de Ica sino de la región, cadaiqueño o iqueña de manera directa o indirecta tiene algún lazo con San Luis Gonzaga, ya que el abuelo, padre, hermanos, familiares, vecinos o simplemente conocidos, hicieron sus estudios allí.
Era una mañana de primavera, cursaba el tercer año de educación secundaria, tercer bimestre, el “Chato La Rosa” Auxiliar de la sección, Walter Chunga Hidalgo el primer brigadier, como segundo brigadierestaba Américo Aquije Purilla, eminente médico el primero y hombre de la radio el segundo; alrededor de las nueve de la mañana… “A la suma de los cuadrados de los catetos…”!
Cuando de repente… ¡Ése, el que está con el cortaúñas! Retumbó en el pequeño salón. Esta no era un aula igual a las que se encuentran en los pabellones; tercero sección “C”, había sido adaptada en lo que fueran oficinas, entrandopor la derecha del patio de honor, con una puerta de dos hojas, y una pequeña ventana de madera hacia el pasadizo, que siempre estaba abierta para permitir el ingreso de la luz del día. Eso sí, siempre limpia y ordenada, creo que los alumnos de la sección, eran de los mejores del colegio, buenos amigos, disciplinados, bastante aseados; y cómo no serlos si allí estaba La Rosa. Él nos contaba queen sus años mozos había sido boxeador, de allí su nariz chata y chueca que presentaba como trofeo de guerra en sus mil combates pactados y todos perdidos ante contrincantes más hábiles y sobre todo mucho más altos que nuestro auxiliar.
Nimio Dela Cruz, haciendo caer sus brazos con los que sostenía su inseparable escuadra de madera, volteó violentamente; creo que ni él mismo se dio cuenta de dóndele había salido la irreconocible voz que motivó el susto de todos los alumnos a quienes nos sacó de nuestra concentración. Sus belfos casi colgaban inertes sobrepasando su quijada, su tez pálida, más pálida aún por la poca luz del ambiente, el giro que dio movilizó sus pulcros cabellos dejando notar unos mechones por primera vez desordenados.
¡Dos metros! Sólo dos metros nos separaban entrequienes ocupábamos las primeras filas y él. ¡Qué miedo! Don Nimio Dela Cruz, estaba descontrolado _dicen que las personas como él, en sus días especiales así se descontrolan_. No sé si mis amigos sintieron lo que yo; pero ese momento y más aún cuando se me acerca, pensé que me aplastaría con sus zapatos número cuarenta y cuatro –aunque capaz el miedo me hizo verlos más grandes de lo que en realidad...