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Y desde que Rama abandonó su patria, en el alma del rey Dasaratha se hizo la oscuridad, y llora sintregua, recordando al noble hijo ausente.
Cinco días lloró, en la luz y en la sombra. Al sexto día, hallándose el glorioso rey en medio de la noche, lamentando el destierro cruel de Rama, recordó una acción inicua de su juventud y comprendió que por ella le castigaban los dioses, y que estaba condenado a morir sin que sus ojos vieran nunca más al hijo desterrado.
Y en medio de la oscuridadhabló así a su esposa, la reina Kausalya:
-Escucha atenta mis palabras, ¡oh reina! De la acción, buena o mala, que el hombre ejecuta, él ha de recoger necesariamente el fruto con el andar del tiempo. Yo recojo ahora el fruto de una criminal acción; por eso, cegado por el destino, he desterrado a Rama, nuestro hijo querido, al que nunca más verán mis ojos. Escucha, ¡oh Kausalya!
En otro tiempo,siendo yo joven y experto en herir con las flechas a larga distancia, cometí un gran crimen. Fué por ignorancia, como un niño que sin conocimiento tragase un veneno. Entonces tú no estabas casada; yo era príncipe. Era a la sazón la estación de las lluvias calientes, cuando, bebiendo el rocío y calentando el mundo, el sol volvía de su viaje al Norte. Se alegraban las garzas y los pavos reales; losríos, turbios, se desbordaban, y la tierra brillaba vestida de hierba verde.
Entonces yo, con dos aljabas de flechas a la espalda y el arco en la mano, me encaminé a la orilla del Sarayu, deseoso de matar al búfalo o al elefante que durante la noche bajan al río a beber agua. Nada veían mis ojos; pero mis oídos percibieron el rumor de un cántaro que se llenaba en la orilla opuesta, y que mepareció el bramido de un elefante. Así, engañado y ciego por el destino, ajusté rápidamente una afilada flecha a mi arco de bambú, y la disparé, sin ver, contra el sonido.
Apenas cayó la flecha, he aquí que oí una voz lastimera de niño, que decía:
- ¡Oh, dioses, soy muerto! ¿Qué hombre inicuo ha disparado contra mí esta saeta? ¿Qué mal te hice, ¡oh desconocido!, viniendo por agua durante lanoche al río solitario? A tres inocentes ha matado tu afilada flecha, porque con el dolor de mi muerte morirá también mi padre, el ciego y mísero Muni (Munis: ascetas indios, que hacen vida solitaria en la selva consagrados a la meditación), y mi madre, solos y abandonados en el bosque.
Al oír estas palabras toda mi alma tembló, y el arco se me cayó de las manos. Corrí precipitadamente,atravesando el río, hacia donde la voz sonaba, y encontré al pobre niño, cubierto con una piel de ciervo, herido en medio del corazón, con la cabellera revuelta y caído entre el fango del agua. El niño herido clavó en mí sus ojos, como si quisiera abrasarme con su esplendor, y me dijo esta palabras:
-¿Qué mal te hice,- ¡oh guerrero!, yo, pobre habitante del bosque? Vine por agua para mis padres, que,ciegos y solos en la selva, me aguardan con impaciencia. Tu malvada flecha nos quita la vida a los tres. Mi padre es sabio, pero ¿qué hará, impotente en su ceguedad, como es impotente un árbol para salvar a otro árbol herido? Ese sendero va a la ermita donde viven mis padres; corre pronto a su lado, ¡oh guerrero!; cuéntale al Muni mi muerte y pídele perdón, no sea que te maldiga y su maldición teabrase como el fuego a una rama seca. Pero antes, por los dioses te pido, sácame esta flecha que me quema las entrañas; que no muera yo con esta serpiente metida en mi carne.
Entonces, de su pecho palpitante, arranqué con gran esfuerzo la flecha. El niño cayó en mí sus ojos trémulos. Y murió dulcemente, entre su sangre.
Al verle morir caí en tierra sin fuerzas, llorando mi destino. Después...
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