Manuel rojas

Páginas: 21 (5048 palabras) Publicado: 21 de septiembre de 2010
Manuel Rojasa
“Uso exclusivo de Vitanet,
Biblioteca Virtual 2004
UN ESPÍRITU INQUIETO
El hombre nacido de mujer, corto
de días; y harto de sinsabores; que
sale como una flor y es cortado, y
huye como la sombra y no
permanece.—Job.
Aquella mañana Pablo González estrenaba un
magnífico sobretodo azul. A las ocho de la mañana,
después de colocárselo encima de su traje claro de los
días defiesta, salió. Un día, hermoso y azul como su
sobretodo, lo recibió en la calle. Encendió un cigarrillo y
echó a andar hacia la Avenida de Mayo. Hacía un
poco de frío, y un vientecillo que subía del puerto se
llevaba las bocanadas de humo hacia la cópula del
Congreso. Iba casi alegre. Atmósfera brillante, cielo azul
y claro de fines de otoño, sobretodo nuevo, veintiocho
años. ¿Qué máspodía desear un hombre para ser feliz?
¿Una mujer? Ya vendría. Siempre que estrenaba una
prenda de vestir, su oscura juventud se iluminaba con la
esperanza de un amor grande y fuerte. El hombre
vive de grandes esperanzas y de pequeños recuerdos.
Todas las mañanas, cuando el despertador lo llamaba
con su gritito estúpido, se sentaba en la cama y
preguntábase:
—¿ Qué espero hoy ?
Cuando noesperaba nada, cuando después de un
momento de reflexión se daba cuenta de que nada ni
nadie vendría a traerle una causa o un motivo que
justificara en aquel día su razón de vivir —una carta, un
libro o una cita—, sentíase amargado, y la neurastenia,
adquirida en seis años de estúpida vida de oficinista,
bajaba de su buhardilla misteriosa hacia sus nervios
destemplados.
Pero hoy era distinto.Cuando se posee un sobretodo
nuevo, la esperanza se anima y hay derecho para
esperar muchas cosas. .
Vagaba de una acera a otra, acechando el paso
menudito de las mujeres. Les decía requiebros, ofrecíase
para acompañarlas, las invitaba a tomar café, les
ofrecía flores; pero ellas pasaban silenciosas,
arrebujadas en sus pieles o abrigos, haciendo sonar sus
altos tacones sobre las veredas.Algunas le sonreían,
pero ninguna le miró invitándolo a seguirla. Era la hora
de entrar a la oficina o al taller y no tenían tiempo...
¡Lástima! ¡Tan buen mozo, recién afeitado, con aquel
sombrero negro que daba a su rostro de criollo un
encanto melancólico de enamorado, y con ese
sobretodo azul, por debajo del cuasia raya
esplendorosa del pantalón se deslizaba
vertiginosamente hacia elzapato de anca
de potro! Hasta se daban vuelta a mirarle. Pero,
francamente, no tenían tiempo...
Aquella aparente indiferencia y aquel' resultado
negativo de sus invitaciones, concluyó por cansarlo. No
se dio cuenta de que la hora era inoportuna. Sólo
pensaba en que tenía un sobretodo nuevo y que las
mujeres casi tenían la obligación de corresponder a sus
galanterías y ofrecimientos. Terminópor aburrirse, y
apartándose poco a poco de ellas, empezó a pensar
en sí mismo.
No tenía qué hacer, pues estaba sin empleo; pero
esto no le preocupaba. Tenía ahorros para vivir con
cierta holgura mientras durara su cesantía. No tenía
familia que le recordara necesidades. Su único pariente,
una tía vieja que residía en Córdoba, no necesitaba de
él. Y esto lo alegraba. El hombre, que estásolo es el más
fuerte. Por lo demás, era previsor. Meses antes había
pagado a la empresa del horno incinerador de
cadáveres su derecho a ser carbonizado. Cuando
muriera, recogerían su cadáver, lo meterían en el horno
y... ¡ceniza! como la del cigarrillo que tiró en la esquina
de Avenida y Perú. Le mandarían a la tía el recuerdo
ceniciento del sobrino, y se acabó.
La idea de la muerte losobrecogió como un grito
durante el sueño; pero fue un sobresalto que pasó
rápidamente, hundiéndolo más en su abismo reflexivo.
Pasó ante las vitrinas, sin mirarse ya en los grandes
vidrios —que día a día recogen la visión física de la vida
de la ciudad—, filosofando. Ya la neurastenia había
abierto la puerta de su desván oscuro y ahuyentado
con su sonrisa agria la pequeña alegría que le...
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