Memoria De Mis Putas Tristes
seda de la camisa y el planchado del lino. Oriné en el inodoro decadena, sentado y
como me enseñó desde niño Florina de Dios para que no mojara los bordes de la
bacinilla, y todavía, modestia aparte, con un chorro inmediato y continuo de potro
cerrero. Antes de salir me asomé al espejo del lavamanos. Elcaballo que me miró
desde el otro lado no estaba muerto sino lúgubre, y tenía una papada de Papa, los
párpados abotagados y desmirriadas las crines que habían sido mi melena de
músico.
-Mierda -le dije-, ¿qué puedo hacer si no me quieres?
Tratando de no despertarla me senté desnudo en la cama con la vista ya
acostumbrada a los engaños de la luz roja, y la revisé palmo a palmo. Deslicé layema del índice a lo largo de su cerviz empapada y toda ella se estremeció por
dentro como un acorde de arpa, se volteó hacia mí con un gruñido y me envolvió en
el clima de su aliento ácido. Le apreté la nariz con el pulgar y el índice, y ella se
sacudió, apartó la cabeza y me dio la espalda sin despertar. Traté de separarle las
piernas con mi rodilla por una tentación imprevista. En lasdos primeras tentativas se
opuso con los muslos tensos. Le canté al oído: La cama de Delgadina de ángeles
está rodeada. Se relajó un poco. Una corriente cálida me subió por las venas, y mi
lento animal jubilado despertó de su largo sueño.
Delgadina, alma mía, le supliqué ansioso. Delgadina. Ella lanzó un gemido lúgubre,
escapó de mis muslos, me dio la espalda y se enroscó como un caracolen su
concha. La pócima de valeriana debió ser tan eficaz para mí como para ella, porque
nada pasó, ni a ella ni a nadie. Pero no me importó. Me pregunté de qué servía
despertarla, humillado y triste como me sentía, y frío como un lebranche.
Nítidas, ineluctables, sonaron entonces las campanadas de las doce de la noche, y
empezó la madrugada del 29 de agosto, día del Martirio de San JuanBautista. Memorias de mis putas tristes 14
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Alguien lloraba a gritos en la calle y nadie le hacía caso. Recé por él, si le hiciera
falta, y también por mí, en acción de gracias por los beneficios recibidos: No se
engañe nadie, no, pensando que ha de durar lo que espera más que duró lo que vio.
La niñagimió en sueños, y recé también por ella: Pues que todo ha de pasar por tal
manera. Después apagué el radio y la luz para dormir.
Desperté de madrugada sin recordar dónde estaba. La niña seguía dormida de
espaldas a mí en posición fetal. Tuve la sensación indefinida de que la había sentido
levantarse en la oscuridad, y de haber oído el desagüe del baño, pero lo mismo
pudo ser un sueño.Fue algo nuevo para mí. Ignoraba las mañas de la seducción, y
siempre había escogido al azar las novias de una noche más por el precio que por
los encantos, y hacíamos amores sin amor, medio vestidos las más de las veces y
siempre en la oscuridad para imaginarnos mejores. Aquella noche descubrí el placer
inverosímil de contemplar el cuerpo de una mujer dormida sin los apremios del
deseoo los estorbos del pudor.
Me levanté a las cinco, inquieto porque mi nota dominical debía estar en la mesa de
redacción antes de las doce. Hice mi deposición puntual todavía con los ardores de
la luna llena, y cuando solté la cadena del agua sentí que ñus rencores del pasado
se fueron por los albañales. Cuando volví fresco y vestido al dormitorio, la niña
dormía bocarriba a la luzconciliadora del amanecer, atravesada de lado a lado en la
cama, con los brazos abiertos en cruz y dueña absoluta de su virginidad. Que Dios
te la guarde, le dije. Toda la plata que me quedaba, la suya y la mía, se la puse en la
almohada, y me despedí por siempre jamás con un beso en la frente. La casa, como
todo burdel al amanecer, era lo más cercano al paraíso. Salí por el portón del huerto...
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