miedo a los telegramas

Páginas: 9 (2032 palabras) Publicado: 28 de mayo de 2013
Rosa María Britton: ¿QUIÉN INVENTÓ EL MAMBO?
Escrito por: antxon-urrutia el 08 Nov 2009 - URL Permanente
—Le aseguro, señora, que no estoy vendiendo Biblias ni nada por el estilo. Yo soy el Rey del mambo.
—¿El Rey de qué?
—Del mambo, señora, ¡del mambo!
—¿Y éso qué es?
La mujer mira con sospecha al hombrecito que le ha tocado la puerta, con apremio de amigo. Solamente protestantes ysinvergüenzas se atreven a golpear la puerta de gente decente a las diez de la mañana un sábado, cuando ella se ocupa de hervir la ropa sucia y asolear colchones.
—Es música, señora, música que está arrasando en México, Cuba y ahora aquí en Panamá.
Los ojos detallan el saco que parece pertenecer a alguien mucho más alto, los pantalones amplios, ajustados en el tobillo, dándoles aspecto de ropa de harem,la cadena de oro colgada hasta la rodilla, los ojos redondos, vivaces y el bigote a lo Fu-Man-Chú. En los pies, zapatos adornados por unas hebillas grandotas y ¡tacones! ¡Dios Santo, tacones!
—¿Qué clase de música es esa?
—Música para bailar, señora. Música con ritmo, y alegría, para menear el cuerpo y olvidar las tristezas, música para todas las edades, para todos los pueblos, ¡música! Músicade la mayor, en si menor, do sostenido, blancas, corcheas, fusas... Aquí está todo, señora, permítame una demostración, —le enseña el abultado portafolio que lleva bajo el brazo.
—¡Ah! ¿Es que vende libros de música? Sinceramente no estamos interesados. Mi hija estudia en el Conservatorio Nacional y todos sus libros los compramos en el Almacén Mckay, allá por la Catedral. No creo que la dejentocar el mambo que usted ha inventado. En realidad a nosotros solamente nos gusta la música clá-si-ca, —lo recalca para estar segura de ser entendida— música de verdad, la de los grandes compositores, Schuman, Bach, Chopin y sobre todo Rachmaninoff. Somos miembros fundadores de la Sociedad Pro-Arte Musical y mi hija asiste a conciertos desde que tenía cinco años. Así que, con su permiso, tengo muchoque hacer.
El hombrecito la detiene con un gesto imperioso, antes de que le tire la puerta en las narices.
—¡No! Tampoco estoy vendiendo libros de música, señora. Permítame presentarme. Mi nombre es Dámaso Pérez Pradoff —una sonrisa ilumina sus ojos redondos que parecen bailar en la cara redonda— Escuche usted: El martes comienzo un “show” con mi orquesta en el Hotel Internacional por una semanay necesito ensayar unos arreglos, pero en ese lugar, de día, no es posible acercarse al piano. Hay gente en el comedor a todas horas. Me distraen, me piden autógrafos —la fama tiene sus problemas— en fin, no puedo estudiar ni crear. Usted me entiende, ¿verdad, señora? Una persona culta como usted sabe bien que nosotros los artistas de música de verdad necesitamos absoluta tranquilidad. Elcamarero jefe me informó que él había oído que en esta casa tenían un piano nuevecito, recién traído de Europa, que es el mejor que hay en toda la ciudad y me he atrevido a venir hasta acá a suplicarle que me deje usarlo por unas cuantas mañanas para ensayar. Le pagaré bien, le aseguro, —añade al ver la cara de asombro de la mujer.
Isabel no ha conocido a nadie que se vista así, con esa cadena largota ylos pantalones de pachuco; solamente los ha visto en las películas mejicanas que dan en el “Variedades” y tiene la vaga impresión de que todos son maleantes o por lo menos, marihuaneros.
—Bueno, es que... no sé qué decirle, señor Pradoff, francamente no podría... no sé...
—Cinco dólares por día señora, por tres horas de uso.
—No es el dinero, comprenda usted, pero no lo conozco y no sé si miesposo estaría de acuerdo. ¿Cómo es que dice que se llama, Pérez Pradoff? ¡Qué nombre más raro!
—Nada tiene de raro, señora. Es el nombre de un compositor que ya es famoso en otras latitudes y muy pronto lo será en este bello país, si solamente me da una oportunidad de practicar en su piano.
Habla y gesticula y se empina en los tacones y hasta se persigna con un enorme crucifijo que le cuelga...
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