Monólogo del sapo
Nos usan para maleficios y brujerías. En laépoca de la colonia nos cosían la boca y enterraban vivos para matar a las personas. Una macabra violación de los derechos animalarios, similar a prácticas modernas que nos helan la sangre, a pesar deque somos poiquilotermos, o sea, de sangre fría.
No somos apuestos a los humanos por nuestra boca amplia, ojos saltones y piel rugosa. Aún así, soportamos la tortura de los besos de princesasregordetas y con mal aliento que tratan de convertirnos en sus príncipes.
Preferimos seducir con cánticos a nuestras bellas y ovulíparas hembras y hacer la cópula en colchones naturales de agua que, paraenvidia varonil humana, es un prolongado abrazo sexual sobre sus dorsos, cuyo clímax son 40 mil huevos que fogosamente cubrimos de esperma.
Si nos ven apelotonados encima de una hembra, no es celebrandoun gol ni haciendo swingers, es que también la naturaleza nos dotó de gustos excéntricos.
Contribuimos al equilibrio ecológico y somos el ejemplo clásico de la metamorfosis del reino animal, por locual nos llevan al matadero de los laboratorios de las clases de anatomía y al gimnasio de las volteretas de los políticos transformistas.
En verano entramos en letargo estival disminuyendoactividades, no como burócrata público, sino para evitar deshidratarnos. Por eso, nos metemos en cualquier rendija y pasamos por entrometidos. Como sapos, según ustedes.
Como el acusetas del colegio, elsabelotodo de la universidad, el adulador del jefe, la fisgona del barrio y el soplón oficial. Nuestra autodefensa es el camuflaje y aunque no somos mala leche, ahuyentamos al enemigo segregando un...
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