noose
Llovía a cántaros en la campiña oscura que rodeaba el Catillo de Langeais. Chauncey caminaba con facilidad sobre las tumbas hundidas y el humusdelcementerio; incluso en la niebla más espesa podía encontrar su camino de vuelta a casa desde aquí sin perderse. Esa noche no había niebla, pero la oscuridad y la arremetida de la lluvia engañaban losuficiente.Chauncey percibió un movimiento por el rabillo del ojo, y giró de repente la cabeza a la izquierda. Lo que a siempre vista parecía ser un gran ángel coronado, un monumento cercano se irguióhastaalcanzar plena altura. Ni de piedra ni de mármol, el chico tenía brazos y piernas. Su torso estaba desnudo, sus pies también, y pantalones de campesino colgaban bajo la cintura. Saltó delmonumento,su pelo negro goteando de la lluvia.
La mano de Chauncey reptó lentamente hasta la empuñadura de su espada.
- ¿Quién anda ahí?
La boca del chico dibujó una sonrisa.
- No juguéis con el DuquedeLangeais. - Advirtió Chauncey-. He preguntado vuestro nombre. Dadlo
-¿Duque? - El chico se apoyó contra un álarmo retorcido- ¿O bastardo?
Chauncey desenvainó su espada.
- ¡Retiradlo! Mi padre eraelDuque de Langeais. Yo soy el Duque de Langeais ahora- Añadió torpemente, y se maldijo por ello.
El chico sacudió la cabeza perezosamente.
- Tu padre no era el antiguo duque.
Chauncey bullódefuria ante el escandaloso insulto.
- ¿Y tu padre?- Exigió, extendiendo la espada. Todavía no conocía a todos sus vasallos, pero estaba aprendiendo. Se grabaría el nombre de la familia de este chico...
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