Personal

Páginas: 217 (54161 palabras) Publicado: 20 de noviembre de 2012
PARA QUE NO ME OLVIDES
Marcela Serrano

A Luis Maira, toda la vida.

«La mujer huyó a la soledad, donde
tenía un lugar preparado por Dios».
Apocalipsis 12, versículo 6-7.

PRIMERA PARTE
(La Ciudad)

Mi abuela me enseñó los libros y me traspasó su amor hacia ellos. No tuve elección, fue su
herencia. Mi abuela me dijo que con los libros yo nunca estaría sola.

Me enseñó a cuidar demis ojos adueñándome de ellos como el lugar más preciado, el más
nítido. Me explicó que si alguna vez fallasen los oídos, no sería tan grave, poco me perdería, todo lo que
valía escuchar se había escrito y lo rescataría con mis ojos. Me dijo que si alguna vez fallase la voz, no
sería el fin. Recibiría el sonido exterior sin devolverlo y nadie lo echaría en falta, menos yo. Estaban las
palabraspara ser ejecutadas: por mis oídos las que ya estaban concebidas, por mis manos las que
quisiera inventar. Al final, sin mencionar siquiera otras carencias como el olfato o el gusto, mi abuela me
dijo que ignorara la sordera y la mudez si llegasen a acometerme, que la única falta total era la ceguera.

Que cuidara mis ojos. Sólo con ellos podría leer. Sólo ellos me salvarían de la soledad.1

***

FUE un sábado por la tarde. Pasábamos el fin de semana con Sofía y Victoria en mi casa en el
campo. Bajo el parrón llegó la hora desolada de los cerros y la piscina en silencio era un azul tan azul,
olvidadiza del verde que nos rodeaba, ajena al verde, como nunca logré estar yo, siempre algo enredada
en ese color.

Mientras flotaba en el aire y aterrizaba en mí la risa de Sofía,comencé a sentir un hormigueo en
mi brazo derecho. Me lo sobé sin darle importancia.

Me levantó el impulso de mi instinto diligente y crucé hacia la casa. Desde el living le grité a
Honoria a la cocina, que trajera la hielera. Entonces, de pie al centro de esa familiar sala, sentí el
hormigueo de nuevo, esta vez recorriéndome la pierna derecha. Me sujeté del borde de la mesa de pool y
elpaño verde sería una visión para siempre. Con los ojos fijos en la tela esperé que el hormigueo se
fuera. Permaneció. Al cabo de un rato volví al jardín y caminé hacia el parrón con cierta torpeza. Sofía me
miró divertida.

—No me digas que ya te curaste, ¡con tan poco!

Mi sonrisa debe haber parecido forzada. Tomé mi lugar en la silla de lona al lado de Victoria. No,
no era idea mía, se mehabía dormido el brazo, se me había dormido la pierna y ahora mi mano también
se dormía.

Los saltos de página del libro original han sido reemplazados por tres asteriscos.

1

Llegó Honoria con el hielo. Miró hacia arriba y detectó los nubarrones.

—Se cortó el cielo —anunció. Victoria, poco rural, me miró.

—Va a empezar a llover —le aclaré.

Extraña, la mirada de Honoria se cruzó conun zumbido, como si algo estuviese traspasando en
ese instante la barrera del sonido.

Llevé mi mano despierta al oído, asustada ante tal remezón. Pero nadie había escuchado nada.

—¿De qué ruido hablas en este silencio? —preguntó Victoria sorprendida.

—No, no han comenzado aún los desarreglos en el cielo —insistió Honoria—. Está un poco
pálida la señora.

—¿No digo yo? —Sofía rió—.Blanca es incapaz de hacer un mínimo desbarajuste... no han sido
más de dos copas...

—Y de vino blanco —acotó Victoria, con su whisky en la mano—. ¿Se han fijado lo chic que se
ha puesto tomar sólo vino blanco en los aperitivos? Venga ese vaso, Blanca.

Alargué mi mano, y en ese instante sentí cómo se levantaba la parte superior del labio, derecho
también, rígido se levantaba, subiéndoseme enuna fea mueca, mezclándose en mis oídos el líquido
derramando con el zumbido en el cerebro y la mitad del cuerpo dormido.

Si trato de recordar en orden los acontecimientos, diría que lo primero fue la voz un poco agresiva
de Sofía. ¿Qué te pasa, Blanca? Articulé una respuesta, pero se atascó en la garganta. Se volcó mi silla
enredada con mi cuerpo y caí al suelo. Parece que el grito fue...
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