Piedras

Señor!! no quiero dinero, solo quiero comer!!! Ese señor, que era yo, pasaba de largo intentando evitar darle vueltas a algo que me ha pasado ya unas cuantas decenas de veces en estos últimos años… de qué vale sacar un billete de 20 rands (1,9 euros) y dárselo, de qué vale intentar acompañarle a un bar -al que no le van a dejar pasar- de qué vale acostumbrar a alguien a algo que no le puedes darcon regularidad… solo hoy, solo yo, solo mañana, sólo aquél… de qué vale???.

Continuo mi camino hacia el Stones, un bar que tiene decenas de billares en el segundo piso y unas magníficas vistas a esa calle, Long Street que más que una calle es como un escenario de una película de cine. Bares, nada, bares, nada, bares, nada (Ahora entenderás esta frase tan guay).

Subo las escaleras, sigo unaalfombra roja a la que no le encuentro ni el más mínimo sentido… llego a ese segundo piso donde acostumbro a depositar mi pregunta. Can I please have a bottle of Castle?, Do you have it colder?, no?, thanks anyway. Aquí sus 20 rands de los que espero esa vuelta de 5 rands… unos tragos, unas miradas furtivas a los pechos de esa rubia que juega al billar bastante malamente pero a la que no le hacefalta jugar mejor. Salgo al balcón y miro.

Señor, no quiero dinero, sólo quiero comer, le dice aquél desgraciado a otro que pasa por donde yo acabo de pasar… y que de casualidad toma también la alfombra roja. A la derecha de este pobre chico veo a un señor que aparenta sesenta pero quizá no tiene ni treinta y cinco y cojea pero trata de mantener el ritmo que suena proveniente del bar de enfrentedel Stones… Cada vez que pasa alguien incorpora un gesto gracioso acompañado de otro no tanto, extiende la mano sin hablar… ya he pedido para comer suficientes veces.

Tengo hambre y por 25 rands ofrecen una hamburguesa de pollo con patatas en el bar de enfrente. Planeo ir en unos minutos mientras veo cómo pasan por delante de mis ojos decenas de personas con problemas. El gordo que está deseguridad en este bar de enfrente es un blanco afrikaner con cara de muy mala hostia que impide la entrada de quién le apetece… lo curioso es que es un bar, que no es otra cosa que un puto bar para tomarse unas cervis, una hamburguesa de pollo barata y jugar al billar, pero hay un tío con mala hostia en la puerta. Es Long Street. Decido terminar de trago la cerveza y cruzar la alfombra roja de vueltay ver qué pasa si intento entrar.

Nada, está claro. Mi hamburguesa de pollo ya está encargada aunque no lleva la coca cola que prometía la oferta y me pido otra Castle, después de todo no es nada caro y no voy a ganar nada diciéndole a un tío con cara de mala hostia (también) que me ponga la coca cola que me corresponde, después de todo a mí no me gusta la coca cola y menos por la noche si hede dormir bien.

Un señor indio me dice que mi silla no está ocupada. Ya lo veo, sobre todo porque estoy yo en ella. A mi alrededor unos alemanes, uno con pantalón de pinzas y chaleco blanco sin mangas, delgadito, cómo no? Y acompañado de tres chicas alemanas, una con los pechos muy grandes (por qué me llaman la atención tanto los pechos grandes?) y otras con los pechos más pequeños. Son lasocho. Queda una hora para que venga mi cabby -Oliver- a buscarme.

La hamburguesa está cojonuda, me la acaba de traer el cocinero personalmente, no el camarero con cara de mala hostia. Es uno de los miles de personas que han venido a buscarse la vida a Sudáfrica porque en sus países no hay nada… como Oliver. Y es que al cabo de un tiempo aquí se sabe quién es sudafricano y quién no. Y no sólo porsu cara.

Mientras pego grandes bocados a esa magnífica hamburguesa que me ha traído el compatriota de Oliver veo cómo esa otra morena alta de grandes pechos pide unos diez chupitos de tequila -no todos para ella- y los lleva de dos veces a su mesa donde están sus nueve amigos… se cae un chupito y se acerca el afrikaner de la puerta con cara como de -mira que sea la última vez que tiras un vaso...