Placer del Clerigo
DE
CLÉRIGO
Roald
Dahl
cuento
publicado
en
“Relatos
de
lo
inesperado”
(Tales
of
the
Unexpected,
1979)
El
señor
Boggis
conducía
despacio,
cómodamente
reclinado
en
el
asiento,
el
codo
apoyado
en
la
parte
baja
de
la ventanilla
abierta.
Qué
hermosa
estaba
la
campiña,
pensó;
y
qué
agradable
percibir
de
nuevo
indicios
de
verano.
Sobre
todo
las
prímulas.
Y
el
oxiacanto.
El
oxiacanto
estallaba
en
blanco,
rosa
y
rojo
por
los
setos,
y
las
prímulas
crecían debajo
en
pequeños
macizos,
y
resultaba
maravilloso.
Retiró
una
mano
del
volante
y
encendió
un
pitillo.
Ahora,
lo
mejor
sería,
se
dijo,
poner
rumbo
a
la
cima
del
Brill
Hill,
visible
a
menos
de
un
kilómetro
al
frente.
Y
lo
que distinguía
allí,
aquel
puñado
de
casitas
entre
árboles,
en
la
misma
cumbre,
había
de
ser
el
pueblo
de
Brill.
Magnífico.
No
todos
sus
sectores
dominicales
ofrecían
una
elevación
como
aquélla,
tan
bonita,
desde
donde
trabajar.
Se
dirigió
a lo
alto
y
detuvo
el
coche
cerca
de
la
cima,
a
las
afueras
del
pueblo.
Hecho
eso,
se
apeó
y
echó
un
vistazo
alrededor.
Abajo,
a
sus
pies,
la
campiña
se
extendía
como
una
inmensa
alfombra
verde
hasta
donde
le
llegaba
la
vista, a
kilómetros
de
distancia.
Era
perfecto.
Se
sacó
del
bolsillo
libreta
y
lápiz,
y,
apoyado
en
la
parte
trasera
del
coche,
dejó
que
su
experimentado
ojo
recorriese
lentamente
el
paisaje.
A
la
derecha,
al
fondo
de
los
campos, advirtió
una
granja
mediana
a
la
cual
daba
acceso
una
senda
que
partía
de
la
carretera.
Más
allá,
una
alquería
mayor.
Y
una
casa
rodeada
de
altos
olmos,
con
aspecto
de
remontarse
al
período
de
la
reina
Ana.
Luego,
más
lejos
y
a
la izquierda,
dos
casas
que
parecían
granjas.
En
total,
cinco
casas.
Eso
era,
más
o
menos,
cuanto
había
de
aquel
lado.
El
señor
Boggis
dibujó
en
la
libreta
un
bosquejo
que
le
permitiera
situar
fácilmente
las
fincas
una
vez
al
pie del
terreno,
tras
lo
cual
volvió
al
coche
y
atravesó
el
pueblo
hacia
el
otro
extremo
de
la
colina.
Desde
allí
localizó
otras
seis
posibilidades:
cinco
granjas
y
un
caserón
blanco,
de
finales
del
siglo
XVIII
o
principios
del
XIX.
Estudiado
con
ayuda
de
los
prismáticos,
resultó
ofrecer
una
aspecto
de
prosperidad
y
un
jardín
bien
cuidado.
Una
pena.
Lo
excluyó
de
inmediato.
Caer
sobre
los
prósperos
no
tenía
el
menor
sentido.
Así
pues,
en
total
había
en
aquel...
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