Prevenir El Suicidio Sin Proscribir La Muerte

Prevenir el suicidio sin proscribir la muerte
Con motivo del Día Mundial de Prevención del Suicidio

(Palabras presentadas el 9 de setiembre del 2010 en el salón de expresidentes de la Asamblea Legislativa en el marco del 1er Foro para la Prevención del Suicidio).

Mariano Fernández Sáenz
Profesor Escuela de Psicología
Universidad de Costa Rica


En nombre de la Escuela de Psicología dela Universidad de Costa Rica, y en el propio, en calidad de ciudadano, agradezco la invitación a intervenir desde este fundamental escenario de nuestra vida democrática.

No más de partida debo marcar que, contrario a lo que señala el programa, no soy “experto en suicidología”. Mi relación con el tema que aquí nos ocupa se nutre de un recorrido personal, de ya hace algunos años, desde un lugarde escucha en un consultorio, de mi participación en docencia en el ámbito clínico, de alguna producción de investigación y de formalización teórica al respecto y de una formación en psicoanálisis. Es así que hablaré desde tales coordenadas procurando, sin embargo, no perder de vista que el particular ángulo en el que hoy somos convocados para reflexionar sobre el suicidio no es otro que el de laprevención; a la que apuntaré como un asunto de salud pública.

Siendo así, no hablaré de consideraciones clínicas en la atención individual, de lo que se hace o debería hacerse en tales situaciones, del cómo se interviene entonces, de qué sería un “buen proceder”, de cómo se construye un caso en el marco de una intervención. Tampoco hablaré de diagnósticos o de presumibles psicopatologías. Nide ciertas condiciones y prácticas consabidas, necesarias, como son las líneas telefónicas de emergencia oportunas, los adecuados protocolos de detección y de atención en crisis, el imprescindible personal capacitado (psicológico, psiquiátrico, médico), recursos – todos estos - cuya crucial relevancia ante la emergencia declarada es absolutamente indiscutible.

No hablaré de las estadísticas delsuicidio, de si una tasa de 8 o 9 por cada 100,000 habitantes por año – que es la que se dice que tenemos actualmente en Costa Rica - es mucho o poco (a este respecto las cifras no exigen ser enormes para ser alarmantes).

De lo que sí hablaré hoy aquí es de un cierto algo que se descubre en la experiencia clínica una y otra vez, en los casos singulares, y que obliga sin embargo a una lecturapsicosocial, y que proponemos haría mal en desatender, en desoír, cualquier consideración integral de la prevención del suicidio en una sociedad: se trata de un aspecto que no tiene que ver directamente con este o con aquel caso, pero que, indirectamente, dice algo de muchos de ellos y parece ser el bosque que las ramas no dejan ver.

Distanciémonos, pues, del fenómeno que nos ocupa a ver sifinalmente lo podemos ver. Para este fin, partamos de algunas observaciones generales.

Se puede pensar que es propio de todos los individuos en el acceso a la vida (a la vida humana en toda su complejidad, eso que rebasa con mucho la ausencia de enfermedad, que apunta a una singularidad, a una subjetividad, que es un constructo y que de ninguna manera está garantizada por el hecho de ser parido),es propio – decía – el tener que vivir un sometimiento a una legalidad, a un orden. El acceso a una vida (psíquica), a un lugar desde donde hablar, pensar, sentir, demanda esta condición. Y este orden que funda (pues no hay vida humana al margen suyo), que abre a la vida, no es otro que el de las poderosas, y a veces silenciosas, leyes de la cultura y del lenguaje, que nos dotan tanto de formascomo de contenidos. Sus voces se oyen a través de la escuela, del Estado, de la familia, de las tradiciones, de la moral, etc.

Sin embargo, y de manera muy contrastante, también parece ser un imperativo fundamental de la vida el poder hacer un recorrido, un atravesamiento, por esa legalidad, por ese orden, desestabilizándolo, de suerte que se pueda estar posicionado frente a él. Es como si la...