Raices Del Hombre

3 El hombre descubre su eminente dignidad

El extraordinario siglo VI antes de nuestra era
En un dia de agosto de 1996, llegaba yo de madrugada al campus de la universidad de Pekin. El calor humedo que salla de los numerosos estanques, del suelo y de los arboles tenia ese olor caracteristico de Asia que impregn6 mi infancia en Vietnam. Sin duda alguna, la raz6n de haber dedicado tantosesfuerzos a comprender la geologia de Asia y a intentar descubrir a los hombres que la habitan es que pase en ella los nueve primeros anos de mi vida. Era, pues, normal que en esta reflexi6n sobre el sufrimiento y la muerte en la historia de la humanidad no me limitara a la tradici6n occidental y judeo-cristiana a la que pertenezco, sino que intentara confrontarla con las de Asia oriental, completa- .mente distintas. Mi hermano Alain, que desarrollaba un programa bilateral de antropologia con China, me habia presentado a Tang Yijie, profesor de filosofia china en la universidad de Pekfn, con el que intentaba crear una red de «universidades sin muros». Tang Yijie me recibi6 en su pequeno departamento, un edificio en tomo a un patio cuya sencilla arquitectura recordaba a un templo que podriahaber estado consagrado a la filosofia china. Me explic6 que habia podido mandar construirlo gracias a la ayuda de la diaspora. Este gran sabio de inmensa cultura anc1adaen las tres fuentes de la filosoffa china: el confucianismo, el

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taofsmo y el budismo, tiene siempre presente una pregunta que me formula retomando unaspalabras de Confucio: «l Como conseguir salvar a una sociedad que ya no tiene Un camino bajo el cielo?». Sf, lcomo intentar salvar a nuestra sociedad que parece no tener ya camino bajo el cielo? Coincidimos en esta cuestion central, y sin duda por eUo tuvo la amabilidad de aceptar dialogar conmigo sobre el culturas. sufrimiento y de la muerte en nuestras respectivas lugar del Ante la tradicionaltaza de te verde posada sobre una mesita inicio el dialogo diciendome: «Confucio nos deja esta maxima: "Los sabios se ponen de acuerdo sin ser iguales. Los hombres insignificantes no se ponen de acuerdo, pero son iguales"». De hecho, durante aquel dialogo impregnado de amistad y de la misma preocupacion por la dignidad del hombre, iba a caer en la cuenta de que el enfoque del sufrimiento y de lamuerte en nuestras culturas era radicalmente distinto. Cuando le pregunte por ellugar de la muerte en el confucianismo, el me dijo: «A su discipulo, que le pidio que le hablara de la muerte, Confucio le respondio: "Quien no sabe que es la vida, lcomo puede saber que es la muerte?"». Buda, Lao Tse -ellegendario fundador del taofsmo- y Confucio respondieron los tres a la pregunta: «lQue sabemos dela vida?», partiendo de la constatacion de que el sufrimiento ocupaba en elIa un lugar central. En cierto modo se puede decir que los tres han intentado responder a la pregunta: «l Que podemos hacer con nuestro sufrimiento y con el sufrimiento ajeno?». La primera verdad que descubre el hombre inteligente, decfa Buda, es que todo es dolor. «El nacimiento es dolor, la vejez es dolor, la enfermedades dolor, la muerte es dolor, [...] la union con 10que no se quiere es dolor, no obtener 10 que se quiere es dolor». A fin de cuentas, todo 10que compone el ser es dolor. Esta intuicion del dolor universal fue central en la evolucion de su pensamiento. Buda, Lao Tse y Confucio tuvieron como meta suprimir 0 al menos atenuar el sufrimiento.

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Al volver a Francia, cuando intenteconocer un poco nUtS esos tres hombres extraordinarios, me sorprendio que a hubieran sido contemporaneos, pues los tres pertenecian al siglo VIantes de nuestra era, 0 mas bien al siglo que va de la segunda mitad del siglo VI a la primera mitad del v. A Buda se le atribuyen las fechas del 556 al 480 antes de Jesucristo, a Confucio del 551 a1479, y en cuanto a Lao Tse la tradicion hace de el un...