Relativismo Cultural de Brown
una columna en el Pioneer, nuestro periódico local en Kumasi,
titulado «¿Merece la pena morir por Ghana?», y en ella dejaba
claroque su respuesta era afirmativa.1 Pero, al propio tiempo,
mi padre sentía un gran amor por Asante, la región de Ghana en
la que ambos crecimos; un reino absorbido dentro de una colo-
niabritánica, a la sazón una de las regiones de una nueva repú-
blica multiétnica; un reino al que él y su padre amaron y sirvie-
ron. Y, al igual que tantos otros nacionalistas africanos de su
clase y sugeneración, mi padre siempre amó una fascinante abs-
tracción a la que llamaron «África».
Cuando murió, mis hermanas y yo encontramos una nota
que él había esbozado, aunque nunca llegó aterminar del todo:
eran las últimas palabras de amor y sabiduría para sus hijos. Tras
unas cuantas frases en las que nos recordaba nuestra doble as-
cendencia, en Ghana e Inglaterra, mi padreescribió: «Recordad
que sois ciudadanos del mundo». Y proseguía diciéndonos que,
dondequiera que decidiésemos vivir (pues, corno ciudadanos
del mundo, seguramente optaríamos por vivir en cualquierpar-
te), deberíamos asegurarnos que abandonábamos ese lugar me-
jor que cuando lo encontramos. «En lo más profundo de mi
ser», decía mi padre, «existe un gran amor por la humanidad y
unperpetuo deseo de verla alcanzar, con la ayuda de Dios, su
más alto destino.»
La calumnia favorita del nacionalista estrecho de miras con
tra nosotros los cosmopolitas es que somos unos
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han hecho). El resultado sería un mundo en el que cada una de
las formas locales de vida humana era el resultado de procesos de
hibridación culturalpersistentes a largo plazo: un mundo bas-
tante parecido, en este aspecto, al mundo en que vivimos ahora.
En cualquier caso, tras la objeción según la cual el cosmopo-
litismo es parasitario,...
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