Resumen cien años de soledad

Páginas: 316 (78783 palabras) Publicado: 3 de marzo de 2011
Angel Audaz
Jude Deveraux

1
El sur de Inglaterra
Agosto de 1502

Elizabeth Chatworth estaba de pie en el borde mismo de los acantilados cortados a pico, mirando el mar de campos de cebada. A sus pies, unos hombrecitos que parecían insignificantes caminaban con guadañas al hombro, otros aparecían montados a caballo y uno guiaba una yunta de bueyes.
Pero en realidad Elizabeth no veía aestos hombres, porque mantenía el mentón demasiado alto y sus mandíbulas tan fuertemente apretadas que parecía que nada podría hacerle cambiar el gesto. Una cálida ráfaga de viento estuvo a punto de alejarla del borde, pero ella tensó sus piernas y se negó a cambiar de posición. Si lo que ya le había pasado en este día y lo que le esperaba no la amedrentaban, ningún viento caprichoso iba a moverlade su sitio.
Sus ojos verdes estaban secos pero tenía la garganta obstruida por una hola de furia y de lágrimas contenidas. Un músculo de la mandíbula se le contraía y aflojaba mientras respiraba profundamente, tratando de controlar los latidos de su corazón.
Otra ráfaga de viento le revolvió la masa enmarañada de cabellos color miel, y sin que Elizabeth lo notara, una última perla se desprendióy resbaló por su vestido destrozado y sucio de seda roja. Las galas que había usado para los esponsales de su amiga estaban hechas trizas, sin posibilidades de arreglo, su cabello suelto y ondulante, las mejillas tiznadas, y tenía las manos cruelmente atadas detrás de la espalda.
Elizabeth levantó sus ojos al cielo, sin pestañear ante lo brillante claridad del día. Toda su vida le habían dichoque su aspecto era angelical, y nunca se le había visto tan serena, tan parecida a un ser celestial como ahora, con su espeso cabello enroscándosele en el cuerpo como un manto sedoso y su traje rasgado que le daba la apariencia de una mártir cristiana.
Pero nada más lejos de los pensamientos de Elizabeth que la dulzura, o el perdón.
— Pelearé a muerte — murmuró, mirando hacia lo alto, mientraslos ojos se le oscurecían hasta tomar el color de las esmeraldas en las noches de luna—Ningún hombre me vencerá. Ningún hombre me someterá a su voluntad.
— Estás rogándole al Señor, ¿verdad? — le llegó la voz de su captor, a su lado.
Lentamente, como si tuviera todo el tiempo del mundo, Elizaheth se volvió hacia el hombre, con una mirada tan fría que éste dio un paso atrás. Era un bravucón como elodioso personaje a quien servía, Pagnell de Waldenham, pero este subordinado era un cobarde cuando su amo no estaba presente.
John tosió nerviosamente y dio un paso adelante, tomando a Elizabeth por el codo.
— Puedes pensar que eres una gran dama, pero por el momento soy tu amo.
Ella lo miró directamente a los ojos, sin demostrar el dolor que le estaba causando; después de todo, en cuanto asufrimientos mentales y físicos ya había tenido bastante en su vida.
— Jamás serás el amo de nadie — le dijo calmadamente.
Por un momento la mano de John aflojó la presión sobre su brazo, pero inmediatamente la empujó rudamente hacia adelante.
Elizabeth estuvo a punto de perder el equilibrio, pero gracias a un esfuerzo de concentración se las arregló para mantenerse erguida y comenzó a caminar.— Todo hombre es el amo de alguna mujer — decía John a sus espaldas— . Las mujeres como tú todavía no se han dado cuenta de ello. Pero todo lo que haría falta sería un hombre de verdad que se te echara encima para que aprendieras quién es el amo. Y por lo que tengo entendido, este Miles Montgomery es precisamente lo que te está haciendo falta.
Ante la mención del nombre de Montgomery, Elizabethtrastabilló y cayó de rodillas.
La risa de John fue desproporcionadamente estentórea, y él actuó como si acabara de triunfar en alguna empresa dificultosa. Se quedó de pie y miró en forma insolente cómo Elizabeth luchaba por ponerse de pie enredándose las piernas con la falda y con las manos aún atadas a la espalda.
— ¿Estás preocupada por Montgomery, verdad? — se burló y la puso sobre sus...
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